—¡Hola! ¿Has venío? ¡Cuánto tiempo! —dije soplándole dos besos, de esos de verdad, no de caretazo y playback de beso.
— (“Jeje, este es mi pueblo, echaba de menos ese ‘¿has venío?’ ”) ¡Sí, desde hace dos años que no venía! (“Sigue igual de guapo, que digo igual, más todavía, le sienta tan bien esa barba descuidada”) —contesté con una de esas sonrisas dubitativas que me salen cuando me sonrojo.
— (“… Mira que he pensao en afeitarme y aquí con estas barbas de pordiosero”) Te veo muy bien (“Está realmente preciosa, no la recordaba tan linda, diría que ha adelgazado o esa media melena, no sé, algo) —le dije mientras la escaneaba con la mirada sin poder evitarlo.
—Eso es que me ves con buenos ojos (“Qué ojazos tiene el cabrón, si me sigue mirando así me van a empezar a temblar las piernas”) —contesté sin saber dónde posar la mirada y con las mejillas en llamas.
—(“A ver si me sale natural, que no se me note…, que las mujeres para eso son como los perros, si te huelen la vacilación se agrandan y comienza el juego…”) ¿Quieres tomarte algo conmigo? (“mm… no sé, me ha sobrado ese “conmigo”, me ha salio más salazón de lo que debiera”).
— Eh,..Esto… Es que había quedado con… (“al diablo mi prima”)… bueno, está bien, lo que sea (“ay qué estúpida, “lo que sea”, como si estuviera deseando más de la cuenta tomarme algo con él, se va a creer que…”) —rematé con una mueca, lo que quería que fuera una sonrisa.
—¡Javier!…¡Javier!…¡KURRI! —me dirigí al camarero chasqueando los dedos —, pa mí un gintonic y pa ella…
—Para mí un mojito, por favor (“al diablo la dieta. Estoy de vacaciones”) —me apresuré a enmendar la indecisión.
Diez segundos de silencio enordecedor.
— (“No se me ocurre na que decirle, pero este silencio es tan incómodo”) … Hace dos años, ¿eh? entonces no estaba el Kurrirri… (“joder, qué tontería, casi mejor estar callao”) —dije como quien quiere romper el hielo con una pluma.
— No, no estaba (“joder qué respuesta más estúpida, me estoy superando”)… Pero está muy bien, Montiel necesitaba algo así —miré sin ver, todo alrededor.
(“Madre mía, qué guapa. Y pensar que hace dos años no le hice ni caso cuando me decían que estaba por mí…”).
(“¿Por qué me habrá invitado?, si hace dos años pasaba de mí como de… “)
Cinco segundos de incómodo silencio.
— ¿Hasta cuándo dices que…(“vienes?”)
— ¿Qué tal en el…(“Insti?”)
Risas tontas…
— Perdón, primero las damas ¿Me decías…?
— No perdóname tú a mí, estabas hablando y te interrumpí…
— No te preocupes, era una tontería, ¿tú que me decías…?
— Ups, se me ha ido el santo al cielo (“hostia, me he quedado en blanco”)… ¡ah, sí!, que qué tal el insti (“Vamos Rosa, las he visto más elocuentes”).
— Un desastre… cuatro cates (“dos puntos menos”), me toca repetir o no sé si salirme a currar con mi padre, que no está el horno pa bollos.
— ¡Yo también! (“caramba, me ha salido con entusiasmo, quien diría que ..”) Cuatro cates. Tenemos que brindar —dije y los dos miramos impacientes al camarero que aún seguía preparando con paciencia singular y esmero los combinados.
— ¡Síii! (“recuperados los dos puntos”)
— (“¿Tendrá novia? No creo que me hubiera invitado a tomar algo, pero y si…”) ¿Te puedo preguntar una cosa?
— ¡Claro! Pregunta lo que quieras (“mmm… me gustan las preguntas que comienzan con permiso, seguro que me pregunta si estoy con alguien, preparado para un NO como un castillo”)
El camarero sirvió las bebidas, preguntó si deseaban unos frutos secos, pero nadie le contestó.
— (“¡Oh no!, va a pensar que ya me regalo, a ver como salgo de esta…”) ¿Te…. gustan las mates? ¡Yo las odio con toda mi alma! (“!toing! ¡Qué tontá!”) —de repente vi el mojito frente a mí y salvó la “erracidad” de mis manos y mi mirada, que por no saber dónde colocarla se me iba a la puerta cada vez que alguien entraba.
— NO… No, digo, a lo de las mates, a mí tampoco me gustan, son una auténtica eme (“qué mierda, ya creía que se trazaba el camino. Joder, qué nervioso estoy de repente. La belleza es mi kryptonita, me debilita. No puedo mirarla directamente a los ojos, y pensar que hace dos años…”) —me puse a darle vueltas al gintonic, mirando las endrinas girar como en un tornado, deseando e implorando al santo azar que cuando se detuvieran, ella me hubiera dicho algo que me alegrara la noche.
(“Ahora ni me mira, absorto en su gintonic, parece que está con la mente en otra parte”)
(“Ni me mira, parece que está pendiente de quien entra por la puerta, como si buscara a otra persona”).
Silencio atronador.
— ¿Qué música te …(“gusta”)?.
— ¿Tienes …(“novio”)?.
Risas tontas.
— ¡Otra vez! Vamos a tener que jugar a pasa palabra (“bien Rosa, bien, esa salida me ha gustado”)
Risas.
— Me gusta el rock, ¿Conoces Mind the gap?
— ¿Me preguntabas si tenía qué…? .
— Novio (“di que no, di que no, di que no.. que diga que no, que diga que no”) — me atreví a preguntar, cruzando los dedos con la mano que ella no veía.
— (“Dungui rungui rungui. Pasamos al siguiente nivel”) — No, ya no, lo dejamos hace dos meses.
— (“lo peor sería que esté en esa etapa de ‘todos los hombres sois iguales’”)…y.. ¿Estás bien?
— (“me alegra que me hagas esa pregunta”) Estoy de miedo.
— (“¿De miedo?,.. ¿Será que no quiere ver un hombre ni en pintura o de miedo es que se ha librado de un gilipollas?”) ¡Qué bueno! Me alegro.
— (“ahora me toca, es lícito”) ¿Tú estás con alguien?
— (“me gusta como caza la perrilla…”) ¡NO! ¡Solterísimo! (“a tu disposición, si lees entre líneas, entre paréntesis en este caso o los pensamientos”)
— (“mm, tanto entusiasmo,… el perfil del picaflor”) ¡Qué bien! Es lo mejor.
— (“ ”) Sí ¡Qué bien! (“¿¡Qué bien!? ¿Es lo mejor? Esta huye de los hombres como de comer…”)
Silencio…
De repente mi/su prima apareció por la puerta.
— ¡mi.. (“prima! Maldita sea, ha tenido que llegar mi prima, ¿ahora qué hago? ”).
— ¡tu …(“prima! Maldita sea, ha tenido que llegar su prima, espero que se quede al menos a terminarse el mojito”)
—Creo que… (“pídeme que me quede”).
—Bueno, entiendo (“¿por qué no te quedas?”).
—Gracias por el mojito… (“pídeme que me quede, por favor”) —dije levantándome y moviéndome a cámara lenta.
—No hay de qué (“No, no te vayas todavía, no te vayas por favor”) —dije mientras mi brazo avanzó y retrocedió de manera imperceptible.
Ella se fue con plomo en el alma y él se quedó con hormigas en la piel, al mismo tiempo que una enana roja estallaba a diez mil años luz, un suicida saltaba del viaducto en Madrid, una novia decía sí a la petición de matrimonio en lo alto de la torre Eiffel, mientras en el Kurrirri nadie percibió aquel segundo tan extraño. Bueno, salvo el horno que avisó con su alarma que el pan estaba listo, en ese mismo instante y un momento después del aroma.