Category Archives: Viaje a la Amazonia

Viaje a la Amazonia – Último día

Nos levantamos a las 7:30 am, después de una ducha civilizada de 20 minutos que me supo a gloria, para qué decir lo contrario, nos fuimos a desayunar de nuevo al restaurante de la Rosita. Sandwich Mixto y Jugo mixto también y café. Después del desayuno nos fuimos al mercado a dar un paseo. Compramos castañas llamadas pan de árbol o Castaña de Pandillo. 50 centavos 250 gramos.

A las 10:00 más o menos tomamos el bote que nos llevaría al encuentro de los ríos. El encuentro de los ríos no es gran cosa, su valor es más geográfico que otra cosa en comparación con lo que ya habíamos visto los días anteriores. Y poder intervenir en una conversación del estilo:

—Yo estuve en el punto 0 en Ecuador.

—Pues yo en el encuentro de los ríos Marañón y Ucayali donde el amazonas toma por primera vez su nombre.

Hay un mirador cerca del encuentro para tener una mejor visión, pero para encuentros bonitos el del Solimôes de aguas café con leche cuando se encuentra con las negras aguas del rio negro en Manaus, para convertirse en el río amazonas por segunda vez. En ese encuentro las aguas llevan distinto color, velocidad, temperatura y densidad y no se mezclan durante kilómetros.

De regreso negociamos un taxi para que nos llevara primero al fundo de Shego en la carretera Nauta-Iquitos, nos esperara y de ahí nos retornara a Iquitos con tiempo para tomar el vuelo de regreso a Lima. En el fundo de Shego, al que se llega por un camino a media hora de la carretera, hay toda clase de árboles frutales: Caimito, Uvilla, Piña, Mango,… en el fundo se encontraba la mamá de Margarita, a la sazón la pareja de Shego, con ella estaba también el hijo de Margarita. Nos ofrecieron Carachupá que es un armadillo, que habían cazado y asado. No está nada malo. Pero lo que me encantó fue el Caimito, está buenísimo. Me cuenta Shego que la tierra es barata en la amazonia, a unos 15,000 soles la hectárea de media. Siempre que regreso de la selva, lo hago convencido de que volveré y compraré y se me diluyen los deseos en el ruido de la civilización. Algún día le echaré valor. Es también lo que siempre pienso.

Ayudé a Shego a sacar fruta hasta la carretera donde nos esperaba el taxi, con un cesto a la espalda sujeto con una cinta a mi frente, a la manera como aquí los agricultores transportan la carga. El taxi nos llevó a casa de Shego, señora y Margarita que viven muy cerca del aeropuerto, nos invitaron a una sopa con lo que quedó del carachupá deliciosa y ya no había tiempo para más, tomamos el vuelo de vuelta a Lima donde me llevé la desagradable sorpresa de que me habían robado el lap top, junto con el teléfono de España, un disco duro externo que uso de backup y donde tenía todo mi trabajo de los últimos 5 años y toda mi vida personal digitalizada y alguna cosa más que no merece la pena mencionar.

No quiero contar todo lo que hubo después, un día entero con los trámites de la denuncia, para no dejar el relato de uno de mis mejores viajes con mal sabor.

Ya estoy pensando en volver a mi Amazonia querida. Como dice el zorro al principito, uno es responsable de aquello que cautiva. La amazonia me cautivó y tiene una responsabilidad sobre mí y como no soy el profeta mahoma para que venga a mí, yo soy el que irá una y otra vez.

Viaje a la Amazonia – día 8

Nos levantamos con resaca de la noche anterior. Baño y aseo en el río. Por primera vez me afeito en la selva, la barba ya se había convertido en molesta. Después del baño, como siempre, me aplico repelente. Un viejito que me mira con atención me pregunta que para qué es lo que me estoy untando.

—Esto es repelente para los mosquitos, señor.

—Ah! Es que los gringos os untáis cosas y entonces no tenéis miedo a la selva.

—¿Cómo así? – Creía no haber entendido bien

—Sí, que los gringos traéis esos productos que hacen que no os muerdan las serpientes ni los Bufeos ni los caimanes y será por eso no tienen miedo.

Me quedo perplejo y el viejito sigue.

—Yo he visto a los gringos nadando en la cocha Charo que está llena de anacondas, caimanes y pirañas y no les pasa nada, porque se untan eso que traen. Los de aquí no nos bañamos ahí, porque nos comen los animales.

Trato de explicarle que no hay repelente para todos esos bichos, que es más bien ignorancia la que hace que los gringos nos bañemos donde sea en la selva o caminemos sin miedo.

—¿Entonces porqué se unta eso? – me pregunta

—para que no me piquen los mosquitos.

—Pues eso digo que es para que no le hagan nada los animales. Me siento incapaz de explicarle y me limito a encogerme de hombros derrotado.

El desayuno lo preparó la esposa de Len, dando un respiro a Margarita. Un desayuno consistente. Café soluble, huevos fritos y plátano verde frito. La esposa de Len también se dedica a la artesanía de Chambira, En la zona se trabaja mucho la artesanía de la Chambira que es una fibra que sacan de la palmera con el mismo nombre. Yo me compré unos salva manteles  muy bonitos y hubiera adquirido una hamaca de chambira de no tener ya serios problemas de exceso de equipaje.

Ya sólo nos queda la despedida de La Esperanza. Me despido de la familia de Len que nos acogió y muy amables me brindan su casa para futuras visitas insisten en que debo volver y bromean con que su segunda hija ya tendrá entonces 15 años y estará para casarse y me estará esperando. Aunque sea broma me siento incómodo. La primogénita es otra novia del joven Percy, una linda Pocahontas de no más de 16 ó 17 años llamada Trevi. En la selva, la mayoría de edad para las chicas son los 15 años, a esa edad ya se casan.

De regreso pasamos por Santa Ana para probar el Masato con el que colaboré en la casa de Blanca, otra de las novias del joven pirata Percy. Este masato está un poco más fermentado y a mi modo de ver más rico y no lo digo por mi saliva. Blanca nos regala unas piñas para el camino y Shego recoge Mamey. Listos para zarpar, 4 horas hasta Iquitos es lo que demora EL VALIENTE en recorrer 175 kms.

En el viaje de vuelta  la tripulación va especialmente contenta. Supongo que es por que van a ver a sus familias y llevarán dinero a casa. Juan tiene tres hijos, Margarita uno, Shego también tiene un hijo, pero está en Requena, sólo el joven percy que es perro sin collar, nada lo ata. Risas, chistes y anécdotas amenizan el viaje.

Juan cuenta un chiste amazónico-onomatopéyico: El pavo dice hala hala y la huanchala le contesta conque conque y el Manacarazo le dice con tu culo carajo, con tu culo carajo. Todos ríen incluido yo, aunque sólo conozco al pavo.

Había dos expresiones que me tenían intrigado de entre las que utilizaban entre ellos, los chicos del staff: Se llamaban Quinijó los unos a los otros y cuando uno estornudaba los demás respondían ‘¿Estás seguro?’

En el viaje de vuelta el joven Percy por fin desvela el significado de Quinijó, término que constantemente utiliza para denominar a Shego y Juan y viceversa. Cuenta el joven Percy que hace unos años guiaba a un grupo de turistas que llevaba a ver el montaje que hacen a modo de show los Jaguas. Antes de llegar a la supuesta aldea Jagua les dice a los turistas que deben saludar con la palabra Quinijó 3 veces, al supuesto jefe. Quinijó significa literalmente culo hueco en lengua Jagua y es lo que usan para denominar gay. Me puedo imaginar la cara del supuesto jefe Jagua cuando todos los turistas lo saludaban ceremoniosamente como ‘QUINIJÓ, QUINIJÓ, QUINIJÓ’.

En Cuando a la expresión después del estornudo de ‘¿Estás seguro?’ es la abreviatura de ‘¿estás seguro que sobrevives hasta la próxima cerveza?’

Llegamos a Iquitos a eso de las 14:00 pm, Patty y yo nos despedimos de Percy y Juan y nos fuimos con Shego y Margarita a la casa donde vivían, para que Shego se cambiara de ropa

y nos fuéramos Patty, él y yo a Nauta para ver al día siguiente el encuentro de los ríos Marañón y Ucayali.

Para ir a Nauta negociamos con un taxi que nos llevó por 50 soles a los 3, cubriendo la distancia en 3 horas. Al llegar a Nauta fuimos a un hospedaje barato y decoroso que Shego conocía. 20 soles la doble y 15 la sencilla, ambas con baño. Sólo había tiempo de cenar chicharrón de pescado con plátano frito en el Restaurante de Rosita, negociar un bote para ir al día siguiente al encuentro de los ríos y dormir.

Viaje a la Amazonia – día 7

Dormí hasta casi las 8:00 am y cuando desperté el desayuno estaba listo. Margarita había preparado café y tortitas de harina. Mientras desayunábamos un camaleón posó para nosotros con su estrafalario traje.

Una vez desayunados seguimos navegando el Taguayo hasta la Cocha Charo, en verano se seca por completo lo que aprovecha la gente para cultivar yuca. Estábamos a final de verano y las lluvias ya habían comenzado a llenar el lago.

Antes de llegar a la cocha recogimos en la comunidad de ‘La esperanza’ a Len, un amigo del joven Percy, experto pescador. Una vez en el lago, una familia amiga del joven Percy nos prestó dos canoas para pescar. Estuvimos pescando primero la carnada para las pirañas con pan. Sardinas, peces tigre y bagres. Una vez conseguida la carnada nos dispusimos a pescar piraña. Len quería pescar Tucunaré, uno de los pescados más apreciados de la región,

pero para ello había que remar media hora de ida y media de vuelta y en hora y media estaba previsto el almuerzo por lo que la elección estaba en dedicar media hora a la pesca de

Tucunaré u hora y media de piraña, decidimos finalmente lo segundo. No podíamos demorarnos más de la hora y media porque en la tarde estaba previsto llegar hasta un lugar donde había gigantes Victorias Regias (Nenúfares para los payos), para lo que había que hacer parte en bote y parte caminando sin demora para que no nos sorprendiera la noche. Así pues, nos limitamos a la captura de  piraña, el resultado fue de 12 entre todos, si bien 3 fueron reinvertidas como carnada para las otras pirañas y es que la piraña no respeta ni piraña.

Para el almuerzo nos esperaba una sorpresa, el joven Percy nos había conseguido unos exquisitos Tucunarés, los cuales ya habían sido cocinados por Margarita acompañados de plátano verde frito y arroz. Causa admiración la pasión que Margarita pone en su trabajo de cocinera. Le encanta cocinar y lo hace todo con mucha paciencia y con el alma. A pesar de que con el negocio del joven Percy su trabajo es eventual, lo prefiere a lo que hacía antes.

Con percy gana 30 soles diarios cada vez que hay trabajo y sólo tiene que cocinar a diferencia de su anterior trabajo de interna 7 días a la semana durmiendo 3 horas en la noche y el resto a retales por el día por 100 soles mensuales. Naturalmente no hay color entre su trabajo con el joven Percy en el que gana más que antes con solo 4 días de trabajo, pero según cuenta Margarita es el trato de persona e incluso de amiga que el joven Percy le dispensa.

Durante el almuerzo disfrutamos del espectáculo de las activas oropéndolas u orioles en un árbol plagado de sus inconfundibles nidos en forma de bolsas colgantes. Suelen hacer sus nidos

en un árbol que suele ser más alto  que el resto, rodeado de vegetación más baja, de manera que sus nidos colgantes quedan bien visibles y a su vez a ellos también les da visibilidad en dicha atalaya, de manera que puedan descubrir depredadores al acecho. Esta visibilidad unido al hecho de que en el mismo árbol en que anidan siempre hay panales de shiro-shiro, que son abejas de potente picadura, les confiere buena defensa de sus depredadores, que son monos y el hombre principalmente. Los orioles son pájaros muy curiosos. De plumaje amarillo y alas negras, imitan como protección a otras aves mayores como halcones o águilas o con pico más fuerte como pericos y pagagayos y hasta imitan a las ranas.

Tan pronto hubimos almorzado nos embarcamos en ‘EL VALIENTE’ rumbo a las gigantescas victorias regias, volviendo sobre nuestros pasos por el río Taguayo hasta La Esperanza. La Esperanza es una comunidad a ambos lados del Taguayo. Para llegar a las victorias regias había que hacerlo por la margen izquierda, mientras que Len, en cuya casa nos alojaríamos esa noche, vivía en la margen derecha. Durante el trayecto por el río una Mama Vieja parecía querer jugar con nosotros. Cuando el bote pasaba a su altura arrancaba en vuelo y se posaba unos metros más al frente y esperaba a que el bote llegara para repetir el juego. Es un águila carroñera que parece tener un collar negro sobresaltando en una cabeza de plumaje blanco. No conozco el nombre payo, pero los indígenas la bautizaron como Mama Vieja por ser carroñera, o como ellos dicen, perezosa para cazar. También nos deleitó el viaje un gavilán cabeza amarilla.

Cuando llegamos a La Esperanza sólo Shego y yo fuimos con Len en busca de las gigantes victorias Regias desembarcando por la margen izquierda mientras el resto se quedaba en casa de Len en la margen derecha, preparando las acomodaciones. Después de una caminata de media hora por fértiles tierras repletas de bananos, Guabas, Yuca, frijol, maíz, mamey, etc,… llegamos hasta una quebrada la cual debíamos cruzar, pero no había allí canoa para hacerlo. Teníamos la esperanza de que alguien anduviera allí pescando con canoa, pues es la hora para ello, pero no fue así, sólo había tres felices niños disfrutando del baño en un marco incomparable. Comenta Len que donde se estaban bañando los niños hay caimanes en el fondo pero nunca atacan dentro del agua. Necesitan sentir la cola en la superficie. Esperamos por 15 minutos que apareciese una canoa que nunca apareció y nos tuvimos que volver sin ver las grandes victorias regias, no obstante el paseo nos obsequió con un tucán y una pareja de románticos papagayos. Me gusta más como los llaman en Brasil, que es Arara. Las araras son fieles a su pareja hasta la muerte y como Romeo y Julieta se necesitan tanto que uno no puede vivir sin el otro, de manera que la muerte les llega a ambos el mismo día, puesto que si uno muere su pareja se suicida. Vuela lo más alto que puede y entonces cierra las alas y los ojos para reunirse con su amada pareja.

El camino de vuelta a La Esperanza también nos obsequió con la degustación de una sabrosísima Guaba. La Guaba es una vaina de aproximadamente medio metro que esconde unas semillas negras envueltas en una especie de capa blanca parecida al algodón que es lo que se come y tiene un sabor dulce y riquísimo. Como no hay rosa sin espinas, hay que tener cuidado con la guaba porque suele estar rodeada de Pucecura, que es una especie de hormiga diminuta pero que pica como un demonio. También vimos los hornos de barro rematados en la blandona o plancha circular cóncava donde se torra la yuca en el proceso de elaboración de la fariña. Mientras que la margen derecha de La Esperanza es un grupo de casas juntas que constituyen un pueblo, en la margen izquierda las casas se encuentran más diseminadas, pero todas en la orilla del mismo camino, camino muy transitado por gente que va y viene en su quehacer.

Una de las cosas que más me gustan de la selva o de la gente de la selva, es que no eres invisible como en la sociedad ‘civilizada’. Todo aquel con el que te encuentras enfatiza tu existencia con el obsequio de una cristalina sonrisa. Te hacen sentir el pequeño placer de pensar que eres valioso hasta el punto de merecer esas generosas sonrisas. Otra cosa que me encanta son las mujeres de la selva. Son de una hermosura natural sin par y están sazonadas de una simpatía que las hace adorables.  Además carecen de la encima que magnifica el sexo y también de la que lo dramatiza. No hubiera esperado tanto del paraíso. Quien explota bien ese paraíso es el Joven Percy, que como los piratas, en cada puerto tiene una mujer.

Len siempre camina con un rifle del que dice ya no separarse jamás y argumenta situaciones en las que lo necesitaba y no lo tenía y que no le volverá a pasar,  como cuando vio un Otorongo ( Otorongo es como denominan aquí al Jaguar) que a sus rugidos temblaba el suelo, se le paralizaron las piernas. De suerte el Otorongo no quiso comérselo ese día

Sin haber visto las grandes Victorias Regias, pero con la satisfacción de un bello paseo nos encaminamos a La Esperanza de la margen derecha. Allí encontramos al resto de compañeros jugando al Voleibol bajo apuesta. Los equipos eran mixtos y tengo que decir que las mujeres jugaban mejor que los hombres. Después del Voleibol fuimos a una especie de barcito donde vendían cerveza pilsen callao e Iquiteña. Al pedir cerveza, caliente por supuesto, la dueña encendió el motor generador de electricidad para poner música. Como no, los ritmos amazónicos de Kaliente y Explosion. Aproveché el generador para cargar la batería de mi cámara (snif, snif). Con las luces del bar acudieron rápidamente una legión de mosquitos y niños, algunos de los cuales nos obsequiaron con divertidos bailes, los niños me refiero. Cuando la cena estaba lista volvimos a la casa de Len, después de consumir 25 soles de cerveza entre el joven Percy, Shego, Patty y yo. Las cervezas son de 650 ml típicas amazónicas. En la selva cuestan 5 soles mientras en la ciudad cuestan 2.5, lógicamente la diferencia la aporta la dificultad del transporte. La cena consistía en arroz a la cubana, me abstuve porque aún me sentía lleno del tucunaré. Después de la cena colocamos música de mi Ipode, gracias a unos altavoces a pilas que compré en el aeropuerto. Mostré a mis compañeros peruanos una muestra de nuestra cultura musical, flamenco principalmente. Se mostraron muy interesados en la historia y cultura gitana. Les resulta muy curioso que en Europa se haya dado una etnia nómada. Con música, cigarro a dólar cinco y cerveza caliente nos dieron las 10 y las 11, las 12, la 1, las 2, las 3 y hasta las 4 de la mañana sacrificando el segundo intento programado para el día siguiente de ver las grandes Victorias Regias.

 

Si quiere participar en el proyecto de mi primer libro, eche un vistazo en http://www.verkami.com/projects/12163

Viaje a la Amazonia – día 6

Parece que el vino hizo efecto en mis compañeros. Fui el primero en despertar al amanecer y mi primera sensación fue de satisfacción por no haber sido zampado por los monos Biri Biri.

Aproveché la calma para escribir la crónica del día anterior. También fui a ver si seguía en el mismo lugar el perezoso y efectivamente no se había movido mucho más del lugar donde lo molestamos la noche anterior, sólo había trepado a la siguiente orquilla más arriba en el árbol. Me senté en las escaleras de acceso a la terraza de la casa de madera en palafito, típica de los ribereños, en la que habíamos dormido haciendo uso de una colchoneta de 3 cms de grosor extendida en el suelo, protegidos una mosquitera amarrada al techo. Desde las escaleras de la casita situada a 30 metros del cruce de dos ríos permanecí cerca de una hora escribiendo y contemplando de vez en cuando las cabriolas que parecía obsequiarme un Bufeo rosado. Lo cierto es que no eran para mí, es parte de su técnica de desayuno.

Hay dos especies de Bufeo, el Bufeo Gris y el Rosa. Este último es mágico para todos los pobladores de la amazonía. En Brasil se le llama Boto al Bufeo y para los payos es el delfín gris o rosa, según la especie de Bufeo. Este es de los pocos animales mágicos de la selva que se deja ver con facilidad y como todo animal mágico tiene sus leyendas. Ojo, de la máxima veracidad. Se dice que el Bufeo rosa tiene la propiedad de adoptar forma humana, se convierte en hombre de raza blanca, la piel del mismo color que la del propio bufeo y usa un sombrero para esconder la hendidura que los delfines tienen en la frente para respirar y que es lo único que lo delata como bufeo cuando adquiere forma humana. Suele presentarse a fiestas concurridas, en las que elige a la muchacha que más le agrade a la que enamora con artes mágicas. A veces simplemente la embaraza aquella misma noche y desaparece para nunca más volver, pero en otras ocasiones inicia una relación con la muchacha en secreto y la visita todas las noches. A veces la muchacha comienza a presentar una conducta extraña y siempre quiere estar junto al río, si la familia se da cuenta a tiempo la debe llevar a un Shamán para desenamorarla pues en muchas ocasiones el deseo de estar todo el tiempo junto a su enamorado hará que se termine arrojando al río para no salir jamás de él.

Algunos ignorantes que no se criaron en la selva y no saben nada de ella, pensarán que es ficción, pero lo cierto es que es de una utilidad social invalorable. He de admitir que en muchas ocasiones es cierto que no se trata del bufeo, si no de un turista, por lo general de piel blanca, que deja embarazada a una muchacha y desaparece. ¿Qué diferencia hay? La muchacha quedará madre soltera de un hijo con la piel más clara que ella y nadie dudará que la pobre fue seducida por las artes mágicas del bufeo y de esa manera nunca tendrá rechazo social.

Las mujeres con la regla no se bañarán nunca en el río. Si por descuido una mujer en esta situación se baña en el río, corre el riesgo de quedar embarazada con sólo el roce el Bufeo.

Una de las veces que estuve en el Ariaú. El Ariaú se encuentra en las inmediaciones de Manaus en la amazonia de Brasil y quizás sea único en el mundo por tener corriente en los dos sentidos, en verano lleva las negras aguas del río negro hasta el amazonas y en invierno la bestialidad del amazonas cambia su curso y su agua, llevando en sentido inverso las aguas café con leche el amazonas hasta el río negro. Decía que una de las veces que estuve en el Ariaú le compré a los indios Tucano un ojo seco de Boto o Bufeo que dicen que da suerte. Unos meses después, junto a mi amigo Vicente, fuimos asaltados por primera y única vez en todo el año que estuve viviendo en Rio de Janeiro, me robaron un bolsito que llevaba con dinero, documentación, las llaves del apartamento y el ojo del boto que da suerte. Aprendí dos lecciones, la primera que las propiedades mágicas pierden efecto si no crees en ellas y la segunda que no se puede ir al morro de Santa Teresa en Río con pinta de turista.

Embelesado en las cabriolas del bufeo y pensando en todas las muchachas a las que habría seducido aquel que yo estaba viendo, fueron apareciendo mis compañeros uno tras otro a medida que se desembarazaban de los brazos de Morfeo. De todos es sabido que cuando te duermes bebido, Morfeo, que es nuestro padre en el reino de los sueños y gusta cuidar de sus hijos nos echa una pesada bronca, por eso que nos levantamos con dolor de cabeza. Shego hizo el fuego en la parte trasera de la casa que siempre hace las veces de cocina y Margarita hirvió el agua para el café. Desayunamos café, pan y el queso manchego que sobró de la noche anterior, mientras escuchábamos la clase que estaba teniendo lugar a unos 20 mts de allí.

La profesora roncadora tal como se la veía venir roncando así enseñaba, con autoritarismo y una pizca de desgana, mala mezcla para la formación de niños. A la pobrecita la habrían obligado a venir a una comunidad perdida en la selva. Qué suerte tiene al haber sido obsequiada con tan magnífico pañuelo, pensaba yo, el de los mocos.

Después del desayuno hicimos el intento de participar en una Minga. Tuvimos que atravesar un lodazal plagado de renacos. El renaco es un parasito vegetal también conocido en Brasil como Apuí, el cual tiene aspecto de árbol y crece sobre otros árboles aprovechándose de su alimento como buen parásito y a los que termina por estrangular. El renaco es conocido también por el árbol del amor. Cuando alguien ama a otra persona, acude al shaman con dos fotos, la propia y la de la persona amada. El Shaman abre un hueco en el renaco e introduce las dos fotos juntas y enfrentadas. La cicatrización del renaco integra las dos fotos que quedan unidas para siempre, así como sucederá a los corazones de las dos personas de la foto.

A pesar de ser un parásito asesino, debo decir que el renaco es de una belleza singular, dando un aspecto de bosque de hadas por sus dimensiones y múltiples y retorcidas formas.

Demoré tanto disfrutando de la belleza del bosque de renacos o renacentista que llegamos a la minga cuando esta tocaba a su fin a eso de las 11:00 am. No obstante fuimos invitados al almuerzo y masato que tendría lugar en la casa del propietario de la chacra. De vuelta a la comunidad, pudimos ver la secropia que es la planta a cuyas hojas es adicto el perezoso. La hoja de la secropia está repleta de alcaloides que son los estupefacientes que afectan de lentitud al perezoso y seguramente las que le dan esa cara tan simpática de marihuano o enmaconhado que dirían los brasileiros. También vimos el Punga, árbol de cuya corteza se fabrican las resistentes cuerdas que se usan en la selva. La corteza del Punga también sirve para embarcaciones eventuales como balsas.

Correspondiendo a la invitación y pese a no haberla merecido, fuimos a la casa del propietario de la chacra para disfrutar del almuerzo y masato. Frijoles con arroz, yuca y sardina.

Todo cuanto quisieras comer y beber. La hijita pequeña de la familia, aproximadamente de año y medio, se había roto el brazo al caerse de la casa palafito, aproximadamente desde una altura de 2 metros. Le habían colocado un emplasto de suelda-con-suelda, que es un parásito vegetal usado en traumatología por los indígenas, mira por donde para algo sirve el parásito, entonces no es tan parásito.

Los trabajadores que compartían el masato estaban de un humor excelente y como no en un día radiante, en una selva imponente, lo que me recuerda la miseria de los que vivimos hacinados en las ciudades gastando tiempo y energía en lo que no es importante. Pero ya valió, como dicen los mexicanos (uso este término no por pedantería, es que me parece más fuerte la expresión ‘estamos jodidos’ que usamos los españoles), perdimos la capacidad de vivir, disfrutar y sentirnos en armonía con la belleza de la naturaleza, que es la belleza suprema y que me perdone Antoni Gaudí. Para ello hay que tener un corazón puro y el que tenemos los que vivimos en las grandes ciudades está contaminado de smog. Cuando voy a deshollinármelo y convivo con la gente de la selva y pensando también en la diferencia entre la gente de los pueblitos y la gran ciudad, tengo la sensación de que uno tiene la calidad como persona de aquello en lo que se siente en armonía y nada, nada es más bello, puro y saludable que la naturaleza.

Los participantes de la Minga estaban constantemente haciendo bromas y riendo todo el tiempo. Todos los varones de la comunidad en edad de trabajar estaban allí. La edad de trabajar en la selva es desde los 12 años aproximadamente hasta que el cuerpo aguante.

Se me caía el alma de vergüenza al recibir las atenciones que me dispensaban, sin haber participado de la minga. Me ofrecieron comida y masato como a todos y además el mejor asiento, habiendo ancianitos sentados en el suelo, pero no hubo manera de rechazar nada de lo que me ofrecían. Creo que no me equivoco si digo que esta gente disfruta con verdadera sinceridad de la práctica de la hospitalidad. En la tarde ya nadie va a trabajar por el calor, si acaso irán a pescar en el crepúsculo que es cuando se da el pescado junto con el amanecer.

Después de disfrutar de la generosidad y hospitalidad del organizador de la minga, nos dimos un baño en el río y navegamos un poco hasta el amazonas para observar lo Bufeos.

Pudimos también observar como se va ensanchando el Amazonas. La superficie de tierra firme va perdiendo terreno en favor del río que se lo arrebata a cucharadas. Se ven caer los pedazos de tierra al río como por propia voluntad, algunos con árboles incluidos, como cuando se deshielan los icebergs, Dios quiera que no. También pudimos apreciar la fuerza y velocidad de la corriente, poniendo el bote a contracorriente y comprobando que a 30 kms/hora no avanzábamos ni retrocedíamos. Intenté capturar algún apuesto Bufeo con mi cámara pero además de ser imposible por el poco tiempo de exposición del bufeo y el retardo de la cámara cuando se le oprime el disparador, se agotó la batería para mi desazón, pues,… ¿donde demonios cargo la batería en la selva? Y digo yo ¿para qué? si mes y medio más tarde la perderé en Cuba con las fotos sin extraer. Joder (perdón por mi español), qué desazón.

En la tarde hicimos una excursión por los alrededores. Pudimos ver una familia de perezosos. La madre con la cría abrazada. Lo de la cría se lo tenía que creer al joven Percy porque yo no la veía, supuestamente la tenía en plan lapilla en la parte delantera y a nosotros nos daba un perfil poco claro para la visión por los obstáculos de la vegetación. El macho se situaba protegiendo la retaguardia un poco más abajo. Traté de trepar un poco por el árbol para mejorar el ángulo de visión de la madre y conseguir ver la cría. Cuando estaba a unos 50 cms del macho, éste me ofrecía su brazo mirándome con carita de bueno, en realidad protegía a su familia acechándome con los cuchillos que tiene por garras, actitud completamente disimulada por sus lentos movimientos y su carita de inocencia, parecía cualquier cosa menos una amenaza. Mientras prestaba atención a estos ofrecimientos del macho, la hembra y la cría ya se habían perdido de la vista árbol arriba protegidos por el follaje. Me bajé frustrado del árbol. Desde abajo no conseguía ver ni rastro de la hembra y su cría. Un niño apareció por el lugar camino de la cocha donde coloca sus trampas o redes y sonriendo nos observaba machete al hombro. Por congraciarme le dije ‘Ven, mira, un perezoso’. El niño se acercó sin abandonar ni un instante la sonrisa y miró hacia arriba, desvió la vista un poco más arriba y dijo ‘Sí, y más arriba está la hembra y la cría’.

Después de unas 9 veces que he visitado la amazonia tengo dos grandes misterios sin resolver: ¿la gente de la selva tiene visión de rayos x? y el segundo es ¿Cómo consiguen caminar erráticos en la espesura, pero volver en línea recta al punto de partida?.

Una de las cosas que más me llamó la atención las primeras veces que visité la amazonia es la gracia que les hace nuestro sentido de la orientación; o mejor dicho, nuestra carencia de dicho sentido. Llegas con un bote a la orilla de un río, te bajas, amarras el bote y caminas durante unos minutos en la espesura de la selva. El lugareño no perderá ocasión para preguntar ¿hacia donde está el bote? Tienes dos opciones, o encogerte de hombros o señalar al azar una dirección que con la mayor de las probabilidades no será la correcta. El lugareño disfruta con la respuesta desternillándose de risa. Ellos no conciben que seamos tan torpes cuando la vida en la selva depende de ese sentido de la orientación que ellos tienen tan agudizado y se maravillan comprobando cuan marcianos somos con tan importante sentido amputado.

Seguimos caminando a trechos abriéndonos paso con el machete y llegamos hasta una cocha o lago en quechua. La cocha era un óvalo encajado en una tupida selva. En los lagos es donde más se da el caimán, las pirañas y la Anaconda. Hay tres tipos de lagarto como aquí lo denominan en genérico. El caimán blanco que llega a medir entre 5 y 6 metros es el que habita en lagos de aguas negras. El lagarto marrón llega a medir entre 2 y 3 metros y tiene 3 filas de cresta. El cocodrilo o lagarto negro, que se han visto de hasta 12 metros es el más hostil y rápido. Pedimos prestada una canoa a un señor que andaba revisando sus trampas. El paseo por la cocha fue breve pues a la canoa se le abrió un agujero que tenía asegurado con cieno y el flujo del agua entrando en la canoa superaba al flujo de achique.

En el camino de vuelta tuvimos la oportunidad de apreciar el árbol llamado Catagua cuya resina es de las más venenosas de la selva baja y es usada por los indígenas como un componente más para hacer el curary o veneno utilizado con la cerbatana para la caza. También es usado en la pesca, colocando un poco de la resina de la catagua en el agua, los peces afloran agonizando a la superficie con las branquias selladas por la resina.

De vuelta en la aldea fuimos retados a un partido de fútbol por los chicos. 4 de los 20 habitantes son muchachos en edad de apostar con garantías en un partido. 10 soles por equipo era la apuesta. La puesta de sol en Guaise es de una belleza extraordinaria, lo que hacía que no me concentrara como debía en mi rol dentro del equipo.¡Qué belleza! El sol era engullido poco a poco por el inmenso manto verde y pedía socorro en rojo intenso y el reflejo de plata que quedaba sobre el río se balanceaba con el cadencioso y suave oleaje. Si se hubiera aparecido el genio de la lámpara de Aladino en aquel momento, le hubiera pedido que la rotación de la tierra fuera de 10 minutos y así ver la repetición una y otra vez hasta 144 puestas de sol cada 24 horas como en el principito. Perdimos el primer partido pero ganamos la revancha. Tratábamos de no jugar demasiado por el lado del río, pero aún así no pudimos evitar que el balón saliera 3 ó 4 veces al río y había que ir a recuperarlo en canoa. He de confesar que un par de veces fui yo quien mandó el balón al río a propósito, no se me ocurría mejor forma de parar el juego para contemplar la estampa con todos los sentidos sin ser recriminado.

Después del juego, ya sin apenas luz, todos los jugadores nos dimos un baño en el río bien sabroso. El baño en el río suele ser con la ropa puesta, tipo el oeste, de manera que se elimine el sudor de cuerpo y ropa que es lo que atrae a los mosquitos. Para la cena, Margarita había preparado un rico pescado ahumado con Yuca. El pescado, que se llamaba Boquichico, estaba muy bueno aunque tenía muchas espinas. Después de la cena hicimos una excursión nocturna a la orilla del río entre bananeras, donde pudimos observar varias especies de tarántulas. Vimos la tarántula Aviculerea o tarántula de patas rosas, que tiene dos dientes en la parte de abajo y por el trasero suelta un polvo irritante. El joven Percy fue rociado por el polvo irritante y la comezón le duró hasta el día siguiente. El paseo por las bananeras en la noche es un espectáculo de luces y sonido. Grillos, chicharras, ranas de todo tipo y como solista por encima de todos la rana toro al sonido. Las luciérnagas abajo y las estrellas arriba, se encargaban de las luces. Con este magnífico espectáculo languidecía el 4º día de expedición amazónica.

 

Si quiere participar en el proyecto de mi primer libro, eche un vistazo en http://www.verkami.com/projects/12163

Viaje a la Amazonia – día 5

Llovió toda la noche sin parar con esa forma de llover que sólo la tiene la amazonia. Por ello no pudimos ir a pescar al amanecer. Cuando escampó a eso de las 8:00 am fuimos rápido en busca de la canoa que nos prestó Pancho.  Shego, Calín (hijo de Pancho), Patty y yo hacinados en una pequeña canoa practicando la Pesca con tarrafa. La tarrafa es una red que se lanza abierta y se cierra dentro del agua gracias a unos plomos, atrapando todo aquello que abarcó.

Shego comenzó tarrafeando erguido sobre la tablita que subraya la proa, a continuación en la canoa iba yo en la función de aprendiz, aunque más bien hacía las labores de achicador del agua que entraba en la pequeña embarcación a cada vaivén que producía Shego cuando lanzaba la Tarrafa.

Pescamos 5 pequeñines y 8 grandes. Cuando me tocó tarrafear, hundí la canoa sin vacilaciones. Había que ponerse de pie sobre la tablilla de proa, casi pierdo el equilibrio al hacerlo produciendo dos movimientos bruscos a babor y estribor, pero no me caí, intenté armar la red, Patty gritó, me giré y la parte de atrás de la canoa ya estaba hundida y Shego que había saltado el primero, cual valiente capitán, me indicaba que asegurara la red en mis manos y saltara rápidamente de la canoa. En mi honor debo decir que fui el último en abandonar la embarcación, si bien ello provocó que se hundiera completamente.

Nos volvimos con la canoa virada y todos agarrados a ella con el Taguayo hasta el cuello, arrastrados por la corriente en dirección al embarcadero. Perdí mi gorra en el naufragio, pero conseguí meterme en los bolsillos de mis bermudas varios peces de los capturados. Los que estaban muertos y flotaban en el río después del naufragio. Unos pocos espectadores que nos vieron llamaron a más gente y se morían de la risa viéndonos con la canoa bocabajo y los 4 en el agua arrastrados como fardos por la corriente. Cuando salimos del agua, un nutrido público celebraba el espectáculo en el embarcadero. Sólo quedaba un pez pequeñito en mi bolsillo para hilaridad del respetable cuando lo saqué y eso fue todo lo que conseguimos en la pesca, pero las risas merecieron la pena. Cuando sacamos la red que venía debajo de la canoa, llevaba mi gorra como captura. Shego había perdido su polo, por lo que le regalé mi gorra en compensación por el desastre del que yo era culpable.

Sin pescado, el almuerzo fue frijoles con arroz y tortilla de harina. En realidad es tortilla de trigo, pero la llaman de harina como en México para distinguirla del maíz. Se cuecen los frijoles con yuca. Se hace el mismo sofrito de la mazamorra y se mezcla. El huevo batido se mezcla con la tortilla de harina y se fríe. El arroz simplemente hervido.

Mientras Margarita cocinaba fui con el joven Percy y Shego a ver como se preparaba el Masato, a la casa de Blanca, una de las novias que el joven Percy tiene diseminadas por las comunidades de la selva. Aunque sólo pudimos ver cómo se preparaba la yuca para ser cocida. La preparación del Masato quedaba aplazada para después de la cocción de la yuca. Aprovechamos para recoger unas piezas de Mamey, ahora mi fruta favorita.

Después del almuerzo nos preparamos para seguir el viaje. Antes fuimos de nuevo a la casa de Blanca donde seguían preparando el masato y pude poner mi granito de arena o mejor dicho, mi bolita alimenticia. El Masato se usa como paga para la Minga o trabajo comunitario. Cuando alguien tiene una chacra y necesita ayuda para rozar, plantar o cualquier otro trabajo convoca a sus vecinos con suficiente antelación para poder elaborar el Masato que servirá de paga por el trabajo, los más generosos también aportan comida a la Minga, si es que se lo pueden permitir.

Para preparar el masato debe primero cocerse la yuca. Una vez cocida es descortezada y colocada en el batán, una especie de mortero gigante donde se machaca la yuca o chanca que dicen allá. Después de chancado, las mujeres lo mastican para diluirlo más y una vez diluido en la boca lo escupen devolviéndolo al batán. Esta es labor exclusiva de mujeres. No sé si la razón que me dio el joven Percy es broma o realmente es así, pero sostiene el joven Percy que como el trabajo en la chacra lo hacen los hombres, lo hacen gustosos bebiendo aquello que se elaboró en la boca de las mujeres. Blanca había iniciado el masticado y la poníamos en serias dificultades con las risas. Blanca es una mujer muy linda, creo que va a convocar una nutrida Minga. Cuando devolvía el contenido de la boca al batán lo hacía como quien arroja un voluminoso gapo con el mismo sonido al final, con todo lo linda que es a mí me producía cierto inconveniente estomacal pensar en tomar más tarde aquel masato, aunque si no es en formato gapo la otra alternativa de verterlo al batán, simplemente abriendo la boca parecería vómito. Gapo o vómito ¿Cómo quiere usted su masato?. Prefiero gapo. El caso es que en este masato yo colaboré con mi masticada de la yuca y esputo ante las risas de los presentes. Quizás si se hace pública mi participación en el masato, la minga quede seriamente disminuida. Me dio la impresión de que a los gringos (extranjeros en Peru) se nos perdona todo. No pude quedarme a la Minga, espero que nadie quedara indispuesto por las propiedades de mi saliva. Una vez que la Yuca ha quedado licuada como leche gracias al masticado y a la mezcla con agua, se deja reposar para que fermente. Sostiene el joven Percy que después de tres días de fermentación se le denomina la leche de la selva, entre una semana y diez días repelente porque no se siente la picada del mosquito  y más de diez días, combustible de avión.

Iniciamos la caminata dejando atrás Santa Ana y el masato de la familia de Blanca fermentando, debíamos caminar paralelos al Taguayo, hasta un punto donde nos esperaría Juan con ‘El Valiente’ tres horas más tarde. En el camino, el joven Percy y Shego nos iban ilustrando con la sabiduría de quien se ha criado en la selva.

Vimos la xeringa o disculpa de tanta esclavitud y deforestación en la época dorada del caucho. A la sazón, el árbol responsable de lo que hoy vemos como la gran ciudad amazónica de Iquitos. La xeringa tiene un fruto que llaman lecheguayo, que significa fruta de leche en quechua. En la tradición indígena es usado como goma de mascar y dicha goma de mascar se usa en el cortejo del hombre a la mujer. Mira por donde John Travolta plagiaba el estilo indígena en Grease.

Abundaba mucho el árbol caminante, que es un árbol que las raíces inician a un metro y medio del suelo o más, de manera que parece tener piernas. Vimos una flor llamada Puro-Puro que se usa para curar las cataratas y cualquier mal en general de la vista.

Nos encontramos un hormiguero de hormigas Isula de unos dos centímetros cuya mordedura se salda con 24 horas de fiebres y dolores musculares. Me parece que es la misma hormiga que los Indios Tucanos, en la región de Manaus (Brasil), de la que no recuerdo el nombre que le dan y que utilizan en su ceremonia nupcial. Cuando un Tucano quiere emparejarse con una Tucana, debe pasar la prueba de colocarse dos de estas hormigas en un trapo enrollado al antebrazo y aguantar la picadura y los fuertes dolores sin retirar el trapo. Así son los Tucano o Apologetas de la soltería.

Pudimos conocer el Aguaje, que es la palmera que provee el Suri-Suri, mi insecto favorito en la mesa. Si tumbas el Aguaje y te despreocupas de él un par de meses, cuando regresas el escarabajo Actillón o pasucto ya ha desovado y ha generado miles y miles de Suri-Suri o lo que es lo mismo, sus larvas.

Y vimos muchos más árboles, plantas y animales, pero debieron ser hartos más los que nos vieron a nosotros sin reprocidad.

En el paseo, el joven Percy me contó largo y tendido acerca de los Compas, su etnia. También llamados los perros de la selva por no creer en nada y por tanto no tener supersticiones que los maniaten. Bueno, eso es lo que se dice, pero quien no tiene algún tipo de superstición es imposible que se haya criado en la selva. Todos los elementos naturales que ocultan algo a la vista, como la montaña, los ríos, la selva y el mar, son alimento de supersticiones, misterios y mitologías.

Por sus cualidades guerreras, los Compas son muy temidos y respetados por los demás pueblos indígenas.  Mientras los demás moradores de la selva tienen un temor y respeto supersticioso por los pantanales, por ejemplo, los Compas son capaces de sumergirse en el lodo por completo, ayudándose de una caña para respirar y aguantar así pacientemente durante horas hasta que la víctima pasa por el lugar y entonces es atacada con la rapidez de un rayo por hombres invisibles. Todo varón alcanzada la madurez debe pasar por la prueba del guerrero, la cual consiste en enfrentar a 8 pasos de distancia y sin protección, las 10 flechas que le lanzará otro aspirante a guerrero con la intención de clavárselas en el cuerpo. El que recibe las flechas debe atraparlas sin moverse del sitio y partirlas. Cualquier fallo se salda con la muerte, catalizando así la teoría Darwiniana de la selección natural de las especies.

Los Compas fueron abandonando paulatinamente la comunidad, hasta no quedar nadie antes de que el joven Percy tuviera edad para pasar la prueba del guerrero. Hoy los perros de la selva andan diseminados y anónimos quien sabe donde. Tal vez vendiendo tamales en las calles de Lima o barriendo alguna calle perdida de Londres o quizás de segurata en algún centro comercial de Tokio haya un Compa, quien sabe si repartiendo publicidad en alguna boca de metro de Madrid o friendo patatas en un Mcdonalds de la Quinta Avenida de Nueva York.

De todos los Compas que hoy son anónimos ciudadanos en algún punto del planeta, el joven Percy sólo sabe de dos de ellos.  Un Shamán de 90 años y un amigo suyo, un viejito de 78, pero un auténtico perro de la selva. Comenta el joven Percy que en ese mismo momento se encontraba en misión de conseguir la cabeza de un narco colombiano, por la que otro narco

también de colombia le va a pagar $ 35,000. Añade el joven Percy que como adelanto del pago, el perro de la selva pidió al narco fariña, yuca, cartuchos y formol.

Los Compas habitaban entre el punto donde se encuentran el Marañón y el Ucayali y la frontera de Brasil. En esta zona también se encuentran los Matseses u hombres felino, llamados así por utilizar pequeñas estacas clavadas alrededor de la nariz y rayas tatuadas alrededor de la boca a semejanza de un gato. Los Matseses son expertos cazadores gracias a que saben utilizar el poder de un alucinógeno que obtienen de la corteza de un árbol. La corteza alucinógena es machacada hasta convertirla en polvo y mezclada con tabaco. Se aplica por la nariz con la ayuda de una caña en la que dentro está el polvo. La caña se introduce por la nariz y del otro extremo alguien sopla con fuerza introduciendo violentamente el polvo alucinógeno por la cavidad nasal, provocando un estado de trance inmediato a través del cual se obtienen visiones reveladoras de los lugares generosos en caza. El efecto dura entre unos 15 y 20 minutos, pero sostiene el joven Percy que es de intensas visiones.

También saben usar el poder del veneno alucinógeno de un sapo para llenarse de energía y protegerse de las enfermedades. El sapo es crucificado en el suelo y punzado para que se retuerza y amargue, entonces de su piel toman el veneno con pequeñas estacas de madera, el cual se seca como cera. Cuando quieren hacer uso del veneno, queman un trozo de liana y se la aplican en el pecho, brazo o pierna produciendo varias quemaduras. De cada quemadura surge una ampolla, la cual es descarnada y ahí es donde se aplica una gotita de veneno diluido en saliva. El número de quemaduras para aplicar las tomas varían entre 3 para los noveles y 15 para los muy experimentados.

Para llegar hasta las comunidades de Matseses (hay 12), el joven Percy conoce tres caminos, dos de ellos son a pie desde la ciudad de Requena, ambos demoran 7 días, la diferencia está en que en uno de ellos el camino es completamente a pie y el otro tiene un tramo de 3 días a pie hasta llegar a un río, se construye una canoa de una palmera y se descienden las aguas plácidamente durante 3 días más y se completa con un día más de camino a pie. El tercer camino es el más cómodo, consiste en tomar una avioneta en Iquitos hasta Angamos y de ahí son dos días a pie. Estoy pensando que mi próximo viaje a la amazonia será a la comunidad de Matseses desde Requena, 7 días a pie y canoa para la ida y 7 días a pie para la vuelta. El joven Percy dice que el precio es de 200 Euros por día,… Llegado el momento se regatea.

También me contó el joven Percy que de Iquitos hacia Ecuador se hallan los Jíbaros, los famosos reductores de cabezas. Según el joven Percy no son muy amistosos, pero se les puede  visitar. También me habló de los llamados en Iquitos primitivos por su aspecto desaliñado y de los Remoahucas u hombres invisibles, nómadas que se mueven sigilosamente por lugares de difícil accesibilidad de la selva, cerca de los Matseses. Los Matseses temen a los Remoahucas, los cuales marcan su territorio eventual y lo hacen con estacas en cruz que siempre están mojadas mientras tienen vigencia como demarcación de donde ellos se encuentran. Si los Matseses encuentran estas estacas mojadas, nunca irán más allá.

La noche nos sorprendió en el camino deleitándonos con las historias de las diferentes comunidades indígenas que habitan la selva, pero antes de llegar a nuestro destino y

poner fin a la caminata pude disfrutar del placer de darme un baño  en un jacuzzi natural calato (desnudo). Media hora más de camino y alcanzamos el punto donde nos esperaban Juan y Margarita con ‘El Valiente’. Más otro señor que esperaba por un raid. Una hora de viaje en ‘El Valiente’ fumando cigarro mapacho para ahuyentar a los malos espíritus, llegamos al lugar de destino: Guaise, una comunidad en la selva baja. Preparamos las acomodaciones para dormir y después preparé una cena española: Queso Manchego, Lomo Ibérico, Jamón de Bellota

y dos botellas de vino de Viña Salceda del 2002, si bien el lujo lo ponía la selva con su sinfonía de vida, donde destacaba por encima de todo el solemne croar de la rana toro, en competencia con los eruditos ronquidos de la maestra de la comunidad que dormía en la casita de al lado.

Mientras preparaba la cena, o más bien hacía láminas, cuchillo en mano, los productos españoles, Shego nos alertó para que fuéramos hasta donde él estaba. Un simpático perezoso había encontrado acomodo en la orquilla de un árbol pequeñito, lo que permitía incluso agarrar al lento animal, con el que nos estuvimos echando fotos.

Durante la cena, el joven Percy nos deleitó con varias historias sucedidas en la selva en las que algún animal mitológico, aunque real y nunca fotografiado pero visto por algunas personas que viven en la selva, como la de los monos buri-buri. Esta historia real sucedió a los tíos de la mamá del joven Percy.

Resulta que un día se hallaba la tía de la mamá del joven Percy fuera de su casita a la orilla de un lago cuando apareció un señor con aspecto de gringo: blanco, alto, rubio y ojos azules. El Gringo se dirigió en tono solemne: ‘Mujer, ¿qué tienes para beber?. La tía de la mamá del joven Percy respondió: ‘Un poco de Masato señor, puedo ofrecerle para beber’. ‘No, no quiero beber, sólo quiero ver el masato’. La mujer entró en la casa acompañada del hombre misterioso y le mostró el recipiente con el masato. El Gringo introdujo su dedo en el masato y se lo llevó a la boca, miró a la mujer y dijo: ‘Es suficiente, señora. Gracias. He de marcharme’. El Gringo se marchó dejando un mundo de intriga tras de sí.

Al anochecer, cuando llegó el marido a casa la señora lo estaba esperando con impaciencia para contarle lo sucedido. Una vez la tía de la mamá del joven Percy hubo contado todo a su marido, éste no dio importancia a lo sucedido y pidió, como de costumbre, su masato.

‘No, no bebas ese masato’, dijo la mujer angustiada.’No digas tonterías mujer y déjame beber que estoy sediento y fatigado del trabajo’. ‘No por favor, no debes beber ese Masato’ insistió la mujer con amargura. El hombre apartó con aspereza a la mujer que se interponía en su camino hacia el masato y bebió mientras la mujer gritaba desesperada ‘NO, NO’.

Nada sucedió después de que el hombre bebiera masato con lo que la mujer tranquila pero avergonzada quedó en silencio y se fue a preparar la cena para su marido, sus dos hijos y ella misma. De repente comenzó un fuerte viento que se llevaba todo aquello liviano que no estaba amarrado, acompañado de un coro de silbidos que helaban el alma de solo escucharlos. Entonces el marido de la tía de la mamá del joven Percy cayó sin sentido en el suelo. La mujer desesperada trataba de reanimarlo, pero nada conseguía. Usó cuchillas para pincharle las piernas y brazos, usó fuego también en piernas y brazos, pero nada servía. Los silbidos cada vez eran más estridentes y parecían rodear la casa en frenética danza. Entonces la mujer tomó de la mano a sus dos hijos y corrió y corrió sin mirar atrás y con la cabeza agachada, fuera de la casa, hasta el lago que había enfrente. Colocó a los dos niños en la canoa, la desamarró, la impulsó, saltó adentro con una rapidez asombrosa y se puso a remar a toda velocidad sin mirar atrás hasta que llegó al centro del lago, donde se detuvo y abrazó contra su pecho a sus dos pequeños, ahogando los sollozos. Desde el lago, oyó tres gritos secos en los que reconoció a su marido, la instante el viento se calmó y los silbidos cesaron.

Atenazada por el miedo, la tía de la mamá del joven Percy pasó la noche en el centro del lago con sus pequeños apretados contra su pecho. Cuando amaneció todo parecía tranquilo. La mujer había permanecido despierta, cuidando el sueño de sus pequeños y ahogando su amargura en lágrimas silenciosas. Despertó a los pequeños y remó decidida hasta el embarcadero. Allí amarró la canoa y ordenó permanecer sin moverse a los pequeños, hasta ella regresar. Entró en la casa y no encontró más rastro de su marido que unos mechones de pelo y un reguero de sangre. La mujer ahogó un grito que le recorrió el cuerpo y le heló las venas. Cuando pudo enderezar la calma salió a recoger a sus hijos y se dirigió lo más rápido que pudo a la casa del Shamán para contarle lo sucedido.

El Shamán se dispuso a preparar sin demora la Ayahuasca, la cual estuvo cociéndose durante todo el día. En la noche tomaron la ayahuasca en la consecuente ceremonia. La ayahuasca rebeló al Shamán sin ningún pliegue donde esconderse algún detalle, lo sucedido. Habían sido los monos Biri Biri; así llamados porque en la noche hacen el sonido biri-biri, biri-biri, biri-biri. Los monos Biri Biri tienen la facultad de adquirir fisonomía humana. El Shamán pudo ver  como los monos Biri Biri habían matado y llevado hasta un gran árbol hueco al marido de la tía de la mamá del joven Percy y allí se lo habían comido.

El Shamán movilizó a todos los moradores de los alrededores y fueron en turba hasta el árbol revelado por la Ayahuasca, al cual rodearon de leña seca. Prendieron la leña seca y enseguida comenzaron a salir por la parte de arriba y abrasados los diabólicos Biri Biri que desesperados por eludir el calor insoportable se arrojaban para sólo conseguir caer al fuego. Cuando iban cayendo algunos adquirían fisonomía humana y ponían cara desconsolada de sufrimiento para tener una oportunidad de librarse del fuego a través de la compasión, pero la gente no caía en el ardid y se ayudaba de machetes y arpones para no dejarlos salir del fuego. Pero uno de los Biri Biri se transfiguró en el niño con el rostro más puro y sereno que jamás alguien vio y nadie se atrevió a retenerlo en el fuego cuando el niño intentó salirse. Lo salvaron de las llamas y lo llevaron a la aldea. Allí se crió y creció como los demás niños de la aldea y pronto destacó en las artes de la caza y la pesca. Siempre invitaba  a algún otro niño para que lo acompañara a cazar o pescar, hasta que un día el acompañante no regresó. Cuando el niño volvió solo le preguntaron por el otro niño y él contestó que en un momento que se separaron, no volvió a verlo, que seguramente en un descuido el Chullachaqui lo había confundido hasta perderlo. Pero los aldeanos recelosos lo amarraron y torturaron hasta que confesó que lo había matado y se lo había comido e incluso indicó el lugar donde se había deshecho de las ropas y huesos. Los aldeanos, comprobando con el hallazgo de los restos la versión arrancada al niño bajo tortura, lo sentenciaron a pena de muerte, algunos con un resto de pena y otros sin compasión, la sentencia fue unánime y sin demora ni ceremonia se ejecutó.

Todos atentos a la terrible historia de los monos Biri Biri fuimos negociando tiempo al sueño, el cual se nos cobró todo de golpe al final y arrullados por el concierto nocturno de la rana toro y orquesta acompañante, no tuvo ningún efecto el temor a los monos Biri Biri y nuestros cuerpos quedaron inertes bajo las mosquiteras y sin remedio vulnerables

 

Si quiere participar en el proyecto de mi primer libro, eche un vistazo en http://www.verkami.com/projects/12163

Viaje a la Amazonia – día 4

El amanecer demoró en llegar lo que canta un gallo. Margarita preparó huevos revueltos con vegetales, panecillo, café soluble y plátano manzano. Después del desayuno tocó caminata por la selva. Se trata de selva secundaria, la que ha sido domesticada para el cultivo y carboneras. En el camino nos encontramos con algunas trochas de agua fresca y cristalina donde pudimos beber. Vimos plantaciones de Yuca, banano y piña. En la orilla del río se distingue también las plantaciones de arroz. El pescado, la Yuca y el Plátano es la dieta principal de la selva, la cual enriquecen con animales del monte en el caso de los habitantes de selva media, cocodrilos, fruta, Suri Suri,…. comer espagueti o arroz es cosa de ricos. El arroz que se cultiva es casi íntegramente para vender en Iquitos. En la caminata encontramos varios tipos de frutas de las que no puedo recordar sus nombres. Shego nos dio una lección magistral sobre resinas y sus propiedades: para desparasitar niños, para el cáncer, para la fertilidad,…También encontramos un insecto llamado Perro de Dios, el cual si se restriega en las rodillas de un niño que demora en aprender a caminar, rápidamente camina. Shego fue aprendiz de Shamán, hoy sería Shamán de no ser porque no se sintió con la vocación suficiente. No obstante es conocedor de los secretos de muchas plantas y remedios y eventualmente reclaman sus servicios para preparar remedios para la fertilidad y el cáncer, principalmente. También vimos el Siqui-Sapa (culo grande en quechua) que son hormigas con culo grande y comestible. Yo creo que es lo que en Venezuela llaman Bachaco. Cuando las tuestas tiene sabor a cacahuete.

Santa Ana es un pueblo netamente agrícola, se sitúa en una zona de selva media. En la selva media se da la agricultura principalmente y la pesca como complemento, pero la mayor pesca se da en la selva baja donde están los pescados más apreciados y en abundancia, donde en cambio casi no se da la agricultura, sólo de forma eventual. La selva baja es rápidamente inundada con las lluvias del invierno, aunque permite algunos cultivos durante el verano aprovechando el tiempo de la seca. Menos de 5 meses entre siembra y recogida son poco tiempo para los productos básicos de la selva, sólo para algunos cultivos como yuca y arroz. Pero como decíamos la selva baja es rica en pesca, así pues se dan dos economías distintas y complementarias como esposos, de manera que lo que tienen en selva media escasea en la baja y viceversa, por lo que se da el trueque. Sin embargo, tanto los mejores productos de la tierra, como los mejores pescados escapan a ese trueque, consiguiendo mejor rendimiento con la venta en Iquitos, en los mercados de BuenaVista o Belén. En Santa Ana, aunque se cultiva maíz y arroz, casi no se come allí, lo destinan a la venta y para comer están la yuca, el pescado de la selva media y la fruta, que tienen peor venta.

A la yuca le sacan hasta el alma: Yuca, fariña, Tapioca, Masato, rosquillas,…y la fruta que más abunda en la selva es el Mamey o manzana de la selva por su parecido. Tiene por fuera el aspecto de las manzanas rojas y por dentro es también blanca, aunque supera a aquella en sabrosura. En Santa Ana hay Mamey por doquier. El árbol es grande, frondoso y prolífico como el mango. El Mamey se puede comer sin estar aún maduro que ya está bien sabroso, pero cuanto más maduro más gana en dulzura.

Después de la caminata tomamos un baño en la quebrada del chismeo. Tomé un divertido baño, jugando con los pequeños Antonio y Jonatan, mientras un grupo de mujeres restregaban afanosas sus ropas, para lavarse a sí mismas al final, semidesnudas o calatas que dicen por aquí. Shego me dice que en la selva no existe el pudor por la desnudez, ni la picardía del observador que cree que con la mirada roba un tesoro al contemplar un cuerpo desnudo del sexo contrario. Una vez harto de baño y juegos nos volvemos para encontrarnos con el almuerzo. Me tomo la libertad de hacer el camino de regreso en gayumbos, aprovechando el concepto de pudor propio y ajeno.

Margarita tenía preparado el almuerzo. Lomo saltado con varias verduras, acompañado de yuca y arroz. Margarita es la hijastra de Shego. 24 y 28 años respectivamente hijastra y padrastro. En apareamiento, parentesco, relación y reproducción, en la selva todo es posible. Dicen que en la selva los niños nacen con las lluvias. Aunque tal afirmación no deja de ser un albur, aplica como guante a la realidad. En la época seca es cuando la gente se afana en la producción. Se siembra y se recoge, se pesca más fácilmente y mejores pescados. El producto extraído es vendido o tratado para conserva, de la cual una parte también se vende y el resto para consumo propio. De manera que cuando llegan las lluvias ya no hay condiciones para trabajar y entonces se dan de lleno a la producción de descendencia, como mis amigos logios. Y bien que se entregan a tales menesteres, que se ven tantos niños como mosquitos en las aldeas. Por tanto no es descabellado decir que el agua preña en la selva.

Cuando caminas en la selva debes prestar atención en no perderte y sobre todo no ser confundido por el Chullachaqui. El Chullachaqui es un duende de la selva cuyo objetivo es perder a la gente en la inmensa espesura para la cual usa varios trucos. Puede tomar la fisonomía de alguien que nos acompaña o la de un animal, en ambos casos se trata de una trampa para lograr perdernos. Cuidado si vais acompañados en la selva y momentáneamente se produce una separación, por ejemplo para hacer pis, son momentos que aprovecha el Chullachaqui para adquirir la fisonomía de nuestro acompañante y aprovecharse de la confianza inocente para proponernos un camino que nos lleve a la desorientación. La forma de reconocer y desenmascarar al Chullachaqui es mirando sus pies. El izquierdo es una especie de bola. A los cazadores les aparece con fisonomía de un animal apetitoso, que trata de llevarlos por el camino que conduce al objetivo de la desorientación. No obstante ningún cazador se interna en la selva sin cigarro mapacho. El cigarro mapacho tiene el poder de ahuyentar a los malos espíritus con el humo que produce, entre ellos el Chullachaqui. Cuando un cazador se pierde debe sentarse y encender un cigarro mapacho, aspirar su humo y expulsarlo lentamente, cerrar los ojos y reproducir con su mente el camino seguido y el tiempo invertido. No será perturbado por ningún espíritu tendencioso en su reflexión gracias al cigarro mapacho. Si el cazador procede de esta manera, una vez fumado su cigarro mapacho, en su cabeza está la ruta de regreso. Por supuesto yo llevaba mi paquete de cigarros mapachos que adquirí en el mercado de Belén. El compi Shego ya estaba hartito de que le estuviera constantemente aventando el humo de mi mapacho. Qué onda Shego, no te molestes ¿y si eras el Chullachaqui?

Los cazadores también deben tener especial cuidado con no ser engañados por el Cotomachaco o serpiente de dos cabezas. Una de las cabezas se sitúa en la copa de los árboles mientras la otra en la base, extendiendo su cuerpo a lo largo del árbol. La cabeza de arriba imita a un mono llamado Coto, llamando la atención del cazador, cuando el cazador está pendiente del supuesto mono arriba del árbol, la cabeza del Cotomachaco que hay en la base ataca traicioneramente, acabando con la vida del cazador en tal descuido.

Además todos en la selva saben que deben ser respetuosos. Los lugares mágicos están protegidos por Anacondas negras, de las que no hay constancia científica, pues raramente quien la llega a ver sobrevive. Se dice que con solo abrir la boca, la víctima es atraída sin voluntad. Estos lugares mágicos también son protegidos por las plantas que crecen rápidamente al escuchar un ruido violento como un disparo por ejemplo, el cual también puede provocar tormentas atroces. Otro animal peligroso para los irrespetuosos de la selva es la Sachamama o Boa gigante. Dicen que puede medir unos 100 metros y que sobre ella crecen árboles. Podemos ir sin percibirlo caminando sobre una Sachamama y al detonar un disparo, despertarse y movernos violentamente el ‘suelo’ firme que creemos estar pisando, cayendo junto con árboles enormes que nos aplastarán sin más remedio. Hay una forma segura de conocer estos animales mágicos sin ser eliminado, es a través de la Ayahuasca. La Ayahuasca es la puerta de acceso a lo desconocido que hay detrás de los árboles de la selva a lo oculto por la oscuridad. Se trata de una liana alucinógena que se toma en una ceremonia guiada por un Shamán. La Ayahuasca es una rivalidad entre espíritus buenos y espíritus malignos, gana el más fuerte. El Shamán trata de volcar la balanza del lado bueno con sus ícaros o cánticos monótonos. Tomé Ayahuasca en el 2000, yo creo que aún me duran los efectos. Ahora no era momento de repetir. Esperaré diez años para aplicarme el recuerdo.

Después del almuerzo llovió como si el arca estuviera lista, lo que impidió realizar la caminata prevista. Durante la lluvia, Pancho, el señor de la casa donde nos alojamos, nos deleitó con historias de la selva alta, cerca de Ecuador, cuando estaba en el ejército. Allá vio toda clase de animales mitológicos de la selva y sobrevivió, y sin Ayahuasca que es el mérito. Pancho cuenta la historia que cerca del cuartel había un Cotomachaco en una Ceiba que desaparecía a los soldados. Un soldado que era muy sagaz logró percatarse del animal y alertó a los demás compañeros, yendo un grupo a la caza del Cotomachaco. Cuando finalmente dieron le dieron muerte vieron que detrás de la Ceiba  había montoncitos de esqueletos y ropas de los soldados que se había comido y cagado.

Cuando escampó fuimos a pescar y así aprovechar las escasas dos horas de sol que le restaban al día. Pescamos con anzuelo y con red. Nuestras capturas fueron varios peces tipo gato de unos 5 centímetros. Más un pez gato grandote para salvar el honor de pescador y considerar la captura más valiosa que la gasolina de ‘El Valiente’. Todo el pescado lo coció Margarita en Mazamorra. La Mazamorra es plátano rayado bien amasado, diluido en agua y hervido con el pescado. Se le añade el sofrito de ajo, cebolla, pimienta, colorante, cilantro -aquí lo llaman culantro—y ajino). Saciados de pescado, dormimos pensando en pescado, el plan para el día siguiente era ir a pescar al amanecer. AAAAAAAAAAAAAaaaaaa! qué sueño, esta vez la mosquitera tendrá sólo mosquitos del lado de fuera.

 

Si quiere participar en el proyecto de mi primer libro, eche un vistazo en http://www.verkami.com/projects/12163

Viaje a la Amazonia – día 3

Nos despertó el joven Percy a eso de las 8:00 am. Ducha, empaque y regreso con ‘El Valiente’ sobre nuestros pasos del día anterior por el río Nanai, 20 minutos hasta el embarcadero Buenavista-Nanai para desayunar en el mercado.

El desayuno consistió en Masato o leche de la selva. Bebida que se obtiene de la yuca, más tarde diré cómo, cuando cuente como participé en su elaboración. Comimos una brocheta de las semillas tostadas del Macambo, muy parecida al Maracuyá o fruta de la pasión. También Suri Suri en brocheta. El Suri Suri es la larva de un escarabajo. Tiene el tamaño de mi pulgar (mi pulgar no es grande), muy parecido al gusano del Maguey o Chinicuil que se come en México. También comimos Tacacho, que es el plátano asado, machacado o chancado que dicen allá y hecho bola con tocino de cerdo. Un desayuno exótico, riquísimo y nutritivo. Repetí Suri Suri. Qué delicia.

Con los estómagos tropicalizados embarcamos rumbo al Amazonas. Estamos a final de lo que ellos llaman verano por lo que el Amazonas aún está lejos de su esplendor. En invierno el Amazonas llega a medir de 2 a 2,5 km de ancho en la zona en la que nos encontramos y en Brasil, después de Manaus alcanza los 8 kms y crece de 40 a 42 metros, con fuertes corrientes de 70 kms/h. La diferencia entre verano e invierno la hace la lluvia. El invierno abarca de mitad de diciembre a mitad de abril y llueve para Noé todos los días y durante la mayor parte del día.

Jamás olvidaré la primera vez que vi el Amazonas, fue aquí en Iquitos en Diciembre de 1999. De niño, cuando estudiaba geografía me llamaba la atención el Amazonas, el río más largo y caudaloso del mundo en la mayor selva del planeta. Pero sabía que jamás podría contemplarlo. Yo era de familia humilde, viajar no era para nosotros y mucho menos tan lejos, eso era un lujo de ricos, así que, asumía que jamás vería el Amazonas. Años más tarde, con 29 años, la mañana de un sábado de Diciembre de 1999 embarqué en el río Itaya, que para mí era el río más grande que había visto hasta la fecha, entonces le pregunté al guía ‘¿este es el Amazonas?’. El guía sonrió y dijo. ‘No, claro que no’. Seguimos el curso del Itaya, hasta que desemboca en el Nanai. Mayor aún que el Itaya. Me giré para el guía y le volví a preguntar ‘¿este es el Amazonas?’, volvió a sonreírme y se me acercó para decirme: Cuando veas el Amazonas no tendrás dudas. Añadió: el Amazonas es como las mujeres, van apareciendo en nuestra vida y nos preguntamos si las amamos, si esta es la mujer de nuestra vida, hasta que aparece una que no da lugar a dudas, LA AMAS, es tu Amazonas. A los pocos minutos nos encontramos con el río más imponente que hay en el planeta, moviendo a gran velocidad un volumen impresionante de agua café con leche, arrastrando infinidad de troncos, árboles y maleza en sus lomos. Era el Amazonas, era mi Amazonas y no tuve dudas. Volví a ser aquel niño que anhelaba ver un río que no le correspondía ver jamás, que jamás saldría de mis libros de geografía,… pero ese día el imponente Amazonas estaba allí, un regalo para mis ojos, para mi alma. levanté mi cara al cielo y apreté los ojos, me vi de niño, los abrí y el Amazonas ya se desbordaba por mis ojos y me subía por la garganta.

Después de 4 horas de navegar por el Amazonas, paramos para almorzar en un pequeño pueblo en la margen izquierda. De nombre Tamishacu donde comimos una ‘pollada’ (pollo asado) mientras cayó todo el cielo en estado líquido.

De Tamishacu continuamos navegando a lomos del Amazonas otro par de horas hasta un punto donde descendimos para hacer una caminata de una hora, Patty, Shego, Juan y yo, siguiendo un atajo que nos llevaría a otro punto en el que nos encontraríamos de nuevo con ‘El Valiente’ tripulado por el joven Percy, ya en el río Taguayo, un afluente del Amazonas por donde nos internaríamos en la selva.

Una hora más tarde llegamos a Santa Ana en la margen derecha del Taguayo. Un poblado de ribereños donde pasaríamos la noche.  Nos bañamos en la paradisíaca quebrada del chismeo, así llamada porque es donde las mujeres van a lavar la ropa y sacan también los chismes al sol. Más tarde nos invitaron a la tripulación de ‘El Valiente’ a jugar fútbol bajo apuesta. Perdimos los de ‘El Valiente’ un solcito cada uno. Después del fútbol baño en el río y cenamos lo que Margarita preparó en una fogata. Pollo con arroz.

Después de cenar ya no había tiempo para otra cosa que para dormir o juegos de amor bajo la mosquitera, sobre una cama de madera en la pieza de una casa con otras dos habitaciones donde se hacinaba una familia de no sé cuantos hijos de todas las edades. La casa de madera con techo de paja y suelo de tierra, la separación entre las piezas era unas finas tablas, vía libre por el techo. Nuestros cuerpos se movían tratando de entrar en frecuencia con el coro de ranas y de encontrar la manera para que las imperfecciones de equilibrio de la cama no nos delataran. El sexo gaseoso ocupó completo el volumen de la casita, mientras la mano cálida de la noche caía sobre nuestros ojos, los cuerpos inertes, empapados en sudor y con la respiración sofocada como única señal de vida.

Si quiere participar en el proyecto de mi primer libro, eche un vistazo en http://www.verkami.com/projects/12163

Viaje a la Amazonia – día 2

A las 7:00 am del 1 de noviembre de 2008 despegaba el avión rumbo a Iquitos con un ramillete de rostros sonrientes a pesar del trastorno. Dicen que no hay mal que por bien no venga. El vuelo de las 17:00 del día anterior, hubiera transportado pasajeros anónimos, el vuelo que finalmente tomamos, transportaba un montón de amigos. Bromas y risas a coro. Trajín en el pasillo, brindis,… y algún intercambio de teléfono. Como fue mi caso con José. Un jubilado que disfrutaba temporadas pescando en Requena, cerca del encuentro del Ucayali con el Marañón para convertirse en Amazonas por primera vez, nombre que pierde al cruzar a Brasil, donde lo llaman Solimôes. No vuelve a ser Amazonas hasta Manaus, cuando se encuentran el Solimôes con el Rio Negro y así seguir, dejando atrás dudas y vacilaciones, Amazonas hasta Belén.

A nuestra llegada a Iquitos, José nos vino muy bien para protegernos de la marabunta que ofrece taxi, lodge de selva, tours y que casi te llevan en volandas. Ya lo había sufrido en otras dos ocasiones y esta vez nos protegió José. La compañía de un tipo con aspecto de local les hace pensar que pierden su tiempo. José, Patty y yo compartimos el taxi a Iquitos. José negoció el precio. 10 soles debía pagar por Patty y por mí para que nos llevara hasta la plaza de armas de Iquitos. Lo que pagaría José quedó en el misterio. Me apuesto a que nada. En el trayecto el taxista nos hizo unas recomendaciones interesantes para ir a la selva, lejos de Iquitos, mucho más allá de los 50 kms a la redonda de selva secundaria donde se quedan la mayor parte de turistas. Podía ser la reserva Pakaya -Samiria, pero lejos del encuentro de los ríos. Nos ofreció no un negocio al uso, sino un guía de expediciones. El joven Percy, perteneciente a la etnia de los Compas, de los que más tarde hablaré.

El joven Percy nos presupuestó 1,800 soles cada uno por una expedición de 6 días. 300 soles por día. No regateé y se lo enfaticé. A cambio de aceptar el precio que él me daba sin bajarle un solo sol, me reservaba la opción de discutir cada noche el plan del siguiente día con él. Ambos aceptamos. Pagamos el taxi y lo cambiamos por el motocarro de Carlos, el hermano del joven Percy. Mientras el joven Percy hacía los preparativos del viaje, Patty y yo nos fuimos con Carlos a almorzar.

Algunas ciudades tienen algo que las caracteriza, un monumento, un color, un olor incluso. Iquitos es un sonido, el de un enjambre de motocarros disputándose el espacio en movimientos erráticos pero hábiles.

Almorzamos en el restaurante Romina. En la carta no figuraba mi favorito en Iquitos, que es el chicharrón de lagarto. Trocitos de cocodrilo adobados y fritos. Pero tenían otro de mis favoritos. Paiche. Se trata del mayor pez de agua dulce, puede llegar a medir 5 mts de longitud. En Brasil se conoce como Pirarucú. Paiche a lo macho, pues. Pez chico come pez grande esta vez. Me resultó gracioso ver en la carta ‘pollo a la coca-cola’. De entrada pedimos un cebiche, el cual servían con una alga llamada yuyo, que junto al rocoto, que no suelen viajar, hacen la diferencia entre un cebiche peruano fuera y dentro de Perú. Aunque el cebiche en Iquitos es algo distinto que en Lima. En Iquitos no lo suelen servir con rocoto, en su defecto lo acompañan con ají aparte, y en lugar de camote (boniato o batata), usan el alimento top one de la selva, la Yuca. Mientras que en la emisora de radio que ambienta el restaurante suenan los éxitos amazónicos de ayer y de hoy. Agua Marina o lo mismo que decir los reyes de la Cumbia y las nuevas glorias como Kaliente y Explosion. Estos dos últimos grupos se convertirán en la banda sonora de mi viaje a la Amazonia peruana del 2008. Para beber, agua de carambola mientras llega la comida, más tarde Pilsen como apoyo para engullir el Paiche.

Después del almuerzo nos fuimos al barrio bajo de la ciudad, a Belén. En este caso coincide la altitud con la clase social, abarcando todos los sentidos de la nomenclatura. El barrio de Belén es buen exponente del Barroco-pobreza, con infinidad de formas, colores, remiendos, parches y chapuzas con los que se prodiga la escasez. Todo en madera, el material más barato en la selva, y con tacones a lo palafito. El barrio de Belén cuenta con un abigarrado mercado donde vienen a vender todos los ribereños que arriban con el fruto de su trabajo en pequeños botes. En el mercado de Belén se encuentran los precios más bajos. Debido a que las clases menos míseras no gustan de frecuentar Belén, favorecen un segundo escalón de comerciantes intermediarios entre Belén y los recelosos de la pobreza, ubicados en las partes más nobles y altas de la Ciudad. El mercado de Belén es un auténtico museo amazónico de biodiversidad y cultura. Infinidad de peces conservados en sal, aves de todos los colores y credos, monos, tortugas vivas o muertas o incluso listas para consumir. Cocodrilos, roedores, mamíferos,… frutas, chichas y vegetales de todos los colores y nombres imposibles de pronunciar algunos y casi todos de recordar. Salsas, especias y remedios para todo, en botellita de cristal: para los celos, la calvicie, el dolor de cabeza, la impotencia sexual (estos estaban en gran variedad, RC—rompe calzón; TRT -toma remanga y tira; SVSS -siete veces sin sacar-,…), el alcoholismo, la infertilidad, el cáncer,…Utensilios de cocina, herramientas para labranza y amuletos. Amuletos específicos y de todo tipo: Ojo de bufeo, diente de lagarto, cabeza de Anaconda, costillas de Paiche,…

Por 10 soles dimos un paseo en bote por el río Itaya, donde las casas de Belén remojan sus pies y ofrecen una hermosa perspectiva de Barroco-pobreza.

A las 15:30 Carlos nos llevó de vuelta a la casa del joven Percy, donde ya todo estaba listo para levar anclas. Recogimos nuestro equipaje y nos dirigimos con el joven Percy al embarcadero de Buenavista-Nanai, donde realmente estaban las anclas o mejor dicho, el amarre de ‘EL VALIENTE’. Un bote de madera, techado con hojas de palmera, con un motor fuera borda Yamaha, no recuerdo la cilindrada. Muy común en estas latitudes. En el bote, esperaban junto con víveres, agua, hamacas, gasolina, mosquiteras y machete, la joven Margarita con el rol de cocinera y su padrastro 8 años mayor Shego (abreviatura de Segundo), hombre para todo. Criado en la selva y capacitado por los Matseses, comunidad indígena entre Requena y la frontera de Brasil. De los cuales hablaré más adelante, donde mejor procede.

Amarramos las hamacas dentro del bote y soltamos el amarre del embarcadero. Si sumas lo plácido de la hamaca, el vaivén del bote, la cadencia repetitiva y monótona del motor engullendo cualquier otro ruido desacompasado y el síndrome de abstinencia del lecho, hicieron que entrara en lo más profundo del reino de Morfeo. Cuando desperté la tarde estaba declinando y se escuchaba una animada y risueña conversación de 4 ó 5 personas a unos 10 metros. Salí de la hamaca y Margarita estaba sentada. ¿Dónde estamos? Pregunté recontradesubicado. Estamos en Padre Cocha. Contestó Margarita. Patty seguía durmiendo y Shego, que participaba de la alegre conversación, se había percatado que me había levantado y vino a ofrecerme un paseo por el pueblo. Dejamos a Patty durmiendo y a Margarita en el bote amarrado al embarcadero de un pequeño bar flotante y nos fuimos a conocer Padre Cocha. Cocha significa lago en quechua.

Aunque la luz de la tarde se iba atenuando, aún había una multitud disfrutando del fútbol, voleibol o simplemente tumbados en la hierba mirando los juegos o saboreando cualquiera de los infinitos jugos o un dulce de maíz, yuca o plátano frito. Padre Cocha es un pueblo encaramado en una lomita que aspira a tener luz eléctrica, pero de momento tiene generador de gasolina comunitario. Debe ser uno de los pueblos mayores de los alrededores y sin duda el mayor que yo vi., aunque no sabría precisar sus habitantes. Las casas son de madera y en la calle hay una senda de cemento de un metro y medio de anchura, por donde caminar en la época de lluvias.

No hay comunidad, de las muchas que vimos que no tuviera una canchita de fútbol, incluso algunas comunidades de 2 ó 3 casas. Y gustan de retar, bajo apuesta, a los visitantes. Padre Cocha tiene dos canchas. Una grande y de hierba donde jugar en la época seca y otra de cemento, más pequeña y con un pequeño graderío, donde jugar siempre, incluso cuando llueve. En la cancha encontramos el joven Percy jugándose su solcito. Cuando ya la tarde agonizaba y sólo los más jóvenes retaban a la escasa luz, volvimos al embarcadero a tomar un baño en el río, cambiarnos y prepararnos para la cena. Después del baño, mientras nos secaba la brisa, remojamos el gaznate con unas pilsen de 650 mililitros, que es el tamaño amazónico. Mientras comenzaba a familiarizarme con los ritmos amazónicos de Explosion y Kaliente. Patty despertó y entonces nos dirigimos a Padre Cocha con nuestras mochilas. Pasaríamos la noche en un sencillo hotelito de madera. Patty prefirió la ducha del hotelito al baño en el río. Aproveché para repetir baño, esta vez con jabón. Una vez listos, nos reunimos con el joven Percy, Shego y el que se unía como motorista del viaje en ese momento, Juan ‘el capitán’. También estaba Chanchito, orgulloso motorista de peque-peque, ruidosa y lenta embarcación de pasajeros que recibe un nombre onomatopéyico.

La cena consistió en Yambino frito, un tipo de pescaito del tamaño del Salmonete, con dos Juanes. Los Juanes son muy típicos de la zona y consisten en una especie de tamal de arroz. Para beber una enorme jarra de dulcísimo jugo de piña. Era sábado noche y los chicos nos propusieron ir a la discoteca después de la cena, pero mi cuerpo maltrecho de energía pedía recarga urgente y suficiente para afrontar con garantías de deleite el día siguiente.

 

Si quiere participar en el proyecto de mi primer libro, eche un vistazo en http://www.verkami.com/projects/12163

Viaje a la Amazonia.- día 1

Llegué a las 6:40 AM a la ciudad de Lima procedente en vuelo directo de Madrid. Después de los trámites de inmigración y del semáforo verde en aduana, traté de buscar información sobre vuelos a Iquitos.

Alguien con una identificación colgada al cuello se ofreció a ayudarme.

—Ando buscando vuelo para Iquitos —le dije

—Ok, no se preocupe yo le digo las opciones. ¿Cuantos boletos?

—dos.

Hace una llamada telefónica y me consigue información de compañías y horarios. Pregunto por los precios y lo más barato que me da es 175 USD por boleto.

—OK. ¿Donde adquiero el boleto?.

—Sígame si es tan amable.

El señor dirige sus pasos afuera de la terminal y pretende que le siga.

—Oiga, ¿no es aquí dentro?.

—No señor, la agencia está fuera, pero aquí una cuadra nomasito.

—Pero, ¿no es con la compañía aérea directamente?.

—No señor, las compañías aéreas tienen sus oficinas en el centro de la ciudad, esta es la opción más cercana.

—Lo siento pero no lo creo.

Me regreso sobre mis pasos a buscar las oficinas de las compañías en la terminal.

—Pero señor, la agencia es mejor, las compañías aéreas sobrevenden.—Me dice el tipo en último intento de conseguir consumar la estafa.

—Antes que no había y ahora que sobrevenden. —Contesté y añadí:

—Si por usted pasara mi única posibilidad no iría a Iquitos sólo por el compromiso que tengo con la sociedad de no dejar inmune la deshonestidad. —Suelo soltar este discurso cuando me conviene. Si alguien insiste después de escuchar estas palabras es que no tiene, además de honestidad, ni la menor dignidad. Encontré un especimen de estas características la mañana del 31 de Octubre de 2008 en el aeropuerto de Lima. Todavía me decía que todos tenemos que comer. Caramba sí se come bien de la deshonestidad, pues los boletos  me salieron más tarde a 113 USD; es decir, la deshonestidad cuesta al menos 124 USD. Los precios deben ser cuestión de justicia y no de la necesidad como dicta el neoliberalismo.

Llamé a Patty para conocer su previsión de llegada al aeropuerto.

—Son las 8:00 AM y acabo de llegar a casa —Patty trabaja en horario nocturno en un call center—dame dos horas entre que me cambio y llego al aeropuerto. Dice Patty.

—Ok, Patty. Tenemos dos opciones de horario, a las 12:00 y a las 17:00. Mejor saco los boletos de las 17:00 por si cualquier pequeña eventualidad.

—Me parece bien.

Patty apareció a las 12:05 validando la opción elegida. Había tiempo para ir al centro de Lima y saborear la exquisita comida peruana e incluso dejar parte del equipaje que arrastraba para mi estancia posterior de un mes de trabajo en México, en casa de una amiga de Patty.

Mi regreso a Lima pensé que sería un panal de sensaciones con la nostalgia como reina. La desilusión me embargó, nada me recordaba a nada. Lo que es peor, ningún sentimiento especial, ni siquiera el pequeño placer de la evasión de algún lugar escondido del cerebro y negado a la memoria tras 8 años de reclusión, de alguna nimiedad.

Comimos en un restaurante de la Plaza San Martín. Yo Picante de Camarones y Patty, Lomo Saltado. Cusqueña para ambos. De entrada unos canapés variados de mariscos y unos fríos Pisco Sours. Ahora sí me reencontraba con Lima, a través del sabor. Y como si el sabor rescatara los recuerdos de otros sentidos, en el camino de regreso al aeropuerto vi el alopécico cerro de San Cristóbal que con su fina arena marrón parece dar color a toda la ciudad, incluida la atmósfera, convirtiéndola, gracias al sustento del smog, en una ciudad opaca. Sí ahora sí me acordaba de la opaca Lima que conocí en el 1999. Sonreí por no haber perdido la capacidad de sentir recuerdos.

A las 14:00 ya habíamos hecho el check in en el vuelo de Star Perú, Lima—Iquitos con escala en Tarapoto. El vuelo empieza a demorarse pero no dan más noticias que ‘por motivos de mantenimiento’. Siempre citándonos media hora más tarde para darnos más información y así nos llevaron hasta las 21:30 que dicen que se cancela el vuelo y nos reubican en otro al día siguiente a las 7:00 am. Entre quejas, protestas, amago de motín incluido y denuncia, conseguimos un hotel pagado por la Star Perú a la 1:00 am. 4 horas en una cama, después de 48 horas eran tan deseadas como insuficientes.

 

Si quiere participar en el proyecto de mi primer libro, eche un vistazo en http://www.verkami.com/projects/12163