Llovió toda la noche sin parar con esa forma de llover que sólo la tiene la amazonia. Por ello no pudimos ir a pescar al amanecer. Cuando escampó a eso de las 8:00 am fuimos rápido en busca de la canoa que nos prestó Pancho. Shego, Calín (hijo de Pancho), Patty y yo hacinados en una pequeña canoa practicando la Pesca con tarrafa. La tarrafa es una red que se lanza abierta y se cierra dentro del agua gracias a unos plomos, atrapando todo aquello que abarcó.
Shego comenzó tarrafeando erguido sobre la tablita que subraya la proa, a continuación en la canoa iba yo en la función de aprendiz, aunque más bien hacía las labores de achicador del agua que entraba en la pequeña embarcación a cada vaivén que producía Shego cuando lanzaba la Tarrafa.
Pescamos 5 pequeñines y 8 grandes. Cuando me tocó tarrafear, hundí la canoa sin vacilaciones. Había que ponerse de pie sobre la tablilla de proa, casi pierdo el equilibrio al hacerlo produciendo dos movimientos bruscos a babor y estribor, pero no me caí, intenté armar la red, Patty gritó, me giré y la parte de atrás de la canoa ya estaba hundida y Shego que había saltado el primero, cual valiente capitán, me indicaba que asegurara la red en mis manos y saltara rápidamente de la canoa. En mi honor debo decir que fui el último en abandonar la embarcación, si bien ello provocó que se hundiera completamente.
Nos volvimos con la canoa virada y todos agarrados a ella con el Taguayo hasta el cuello, arrastrados por la corriente en dirección al embarcadero. Perdí mi gorra en el naufragio, pero conseguí meterme en los bolsillos de mis bermudas varios peces de los capturados. Los que estaban muertos y flotaban en el río después del naufragio. Unos pocos espectadores que nos vieron llamaron a más gente y se morían de la risa viéndonos con la canoa bocabajo y los 4 en el agua arrastrados como fardos por la corriente. Cuando salimos del agua, un nutrido público celebraba el espectáculo en el embarcadero. Sólo quedaba un pez pequeñito en mi bolsillo para hilaridad del respetable cuando lo saqué y eso fue todo lo que conseguimos en la pesca, pero las risas merecieron la pena. Cuando sacamos la red que venía debajo de la canoa, llevaba mi gorra como captura. Shego había perdido su polo, por lo que le regalé mi gorra en compensación por el desastre del que yo era culpable.
Sin pescado, el almuerzo fue frijoles con arroz y tortilla de harina. En realidad es tortilla de trigo, pero la llaman de harina como en México para distinguirla del maíz. Se cuecen los frijoles con yuca. Se hace el mismo sofrito de la mazamorra y se mezcla. El huevo batido se mezcla con la tortilla de harina y se fríe. El arroz simplemente hervido.
Mientras Margarita cocinaba fui con el joven Percy y Shego a ver como se preparaba el Masato, a la casa de Blanca, una de las novias que el joven Percy tiene diseminadas por las comunidades de la selva. Aunque sólo pudimos ver cómo se preparaba la yuca para ser cocida. La preparación del Masato quedaba aplazada para después de la cocción de la yuca. Aprovechamos para recoger unas piezas de Mamey, ahora mi fruta favorita.
Después del almuerzo nos preparamos para seguir el viaje. Antes fuimos de nuevo a la casa de Blanca donde seguían preparando el masato y pude poner mi granito de arena o mejor dicho, mi bolita alimenticia. El Masato se usa como paga para la Minga o trabajo comunitario. Cuando alguien tiene una chacra y necesita ayuda para rozar, plantar o cualquier otro trabajo convoca a sus vecinos con suficiente antelación para poder elaborar el Masato que servirá de paga por el trabajo, los más generosos también aportan comida a la Minga, si es que se lo pueden permitir.
Para preparar el masato debe primero cocerse la yuca. Una vez cocida es descortezada y colocada en el batán, una especie de mortero gigante donde se machaca la yuca o chanca que dicen allá. Después de chancado, las mujeres lo mastican para diluirlo más y una vez diluido en la boca lo escupen devolviéndolo al batán. Esta es labor exclusiva de mujeres. No sé si la razón que me dio el joven Percy es broma o realmente es así, pero sostiene el joven Percy que como el trabajo en la chacra lo hacen los hombres, lo hacen gustosos bebiendo aquello que se elaboró en la boca de las mujeres. Blanca había iniciado el masticado y la poníamos en serias dificultades con las risas. Blanca es una mujer muy linda, creo que va a convocar una nutrida Minga. Cuando devolvía el contenido de la boca al batán lo hacía como quien arroja un voluminoso gapo con el mismo sonido al final, con todo lo linda que es a mí me producía cierto inconveniente estomacal pensar en tomar más tarde aquel masato, aunque si no es en formato gapo la otra alternativa de verterlo al batán, simplemente abriendo la boca parecería vómito. Gapo o vómito ¿Cómo quiere usted su masato?. Prefiero gapo. El caso es que en este masato yo colaboré con mi masticada de la yuca y esputo ante las risas de los presentes. Quizás si se hace pública mi participación en el masato, la minga quede seriamente disminuida. Me dio la impresión de que a los gringos (extranjeros en Peru) se nos perdona todo. No pude quedarme a la Minga, espero que nadie quedara indispuesto por las propiedades de mi saliva. Una vez que la Yuca ha quedado licuada como leche gracias al masticado y a la mezcla con agua, se deja reposar para que fermente. Sostiene el joven Percy que después de tres días de fermentación se le denomina la leche de la selva, entre una semana y diez días repelente porque no se siente la picada del mosquito y más de diez días, combustible de avión.
Iniciamos la caminata dejando atrás Santa Ana y el masato de la familia de Blanca fermentando, debíamos caminar paralelos al Taguayo, hasta un punto donde nos esperaría Juan con ‘El Valiente’ tres horas más tarde. En el camino, el joven Percy y Shego nos iban ilustrando con la sabiduría de quien se ha criado en la selva.
Vimos la xeringa o disculpa de tanta esclavitud y deforestación en la época dorada del caucho. A la sazón, el árbol responsable de lo que hoy vemos como la gran ciudad amazónica de Iquitos. La xeringa tiene un fruto que llaman lecheguayo, que significa fruta de leche en quechua. En la tradición indígena es usado como goma de mascar y dicha goma de mascar se usa en el cortejo del hombre a la mujer. Mira por donde John Travolta plagiaba el estilo indígena en Grease.
Abundaba mucho el árbol caminante, que es un árbol que las raíces inician a un metro y medio del suelo o más, de manera que parece tener piernas. Vimos una flor llamada Puro-Puro que se usa para curar las cataratas y cualquier mal en general de la vista.
Nos encontramos un hormiguero de hormigas Isula de unos dos centímetros cuya mordedura se salda con 24 horas de fiebres y dolores musculares. Me parece que es la misma hormiga que los Indios Tucanos, en la región de Manaus (Brasil), de la que no recuerdo el nombre que le dan y que utilizan en su ceremonia nupcial. Cuando un Tucano quiere emparejarse con una Tucana, debe pasar la prueba de colocarse dos de estas hormigas en un trapo enrollado al antebrazo y aguantar la picadura y los fuertes dolores sin retirar el trapo. Así son los Tucano o Apologetas de la soltería.
Pudimos conocer el Aguaje, que es la palmera que provee el Suri-Suri, mi insecto favorito en la mesa. Si tumbas el Aguaje y te despreocupas de él un par de meses, cuando regresas el escarabajo Actillón o pasucto ya ha desovado y ha generado miles y miles de Suri-Suri o lo que es lo mismo, sus larvas.
Y vimos muchos más árboles, plantas y animales, pero debieron ser hartos más los que nos vieron a nosotros sin reprocidad.
En el paseo, el joven Percy me contó largo y tendido acerca de los Compas, su etnia. También llamados los perros de la selva por no creer en nada y por tanto no tener supersticiones que los maniaten. Bueno, eso es lo que se dice, pero quien no tiene algún tipo de superstición es imposible que se haya criado en la selva. Todos los elementos naturales que ocultan algo a la vista, como la montaña, los ríos, la selva y el mar, son alimento de supersticiones, misterios y mitologías.
Por sus cualidades guerreras, los Compas son muy temidos y respetados por los demás pueblos indígenas. Mientras los demás moradores de la selva tienen un temor y respeto supersticioso por los pantanales, por ejemplo, los Compas son capaces de sumergirse en el lodo por completo, ayudándose de una caña para respirar y aguantar así pacientemente durante horas hasta que la víctima pasa por el lugar y entonces es atacada con la rapidez de un rayo por hombres invisibles. Todo varón alcanzada la madurez debe pasar por la prueba del guerrero, la cual consiste en enfrentar a 8 pasos de distancia y sin protección, las 10 flechas que le lanzará otro aspirante a guerrero con la intención de clavárselas en el cuerpo. El que recibe las flechas debe atraparlas sin moverse del sitio y partirlas. Cualquier fallo se salda con la muerte, catalizando así la teoría Darwiniana de la selección natural de las especies.
Los Compas fueron abandonando paulatinamente la comunidad, hasta no quedar nadie antes de que el joven Percy tuviera edad para pasar la prueba del guerrero. Hoy los perros de la selva andan diseminados y anónimos quien sabe donde. Tal vez vendiendo tamales en las calles de Lima o barriendo alguna calle perdida de Londres o quizás de segurata en algún centro comercial de Tokio haya un Compa, quien sabe si repartiendo publicidad en alguna boca de metro de Madrid o friendo patatas en un Mcdonalds de la Quinta Avenida de Nueva York.
De todos los Compas que hoy son anónimos ciudadanos en algún punto del planeta, el joven Percy sólo sabe de dos de ellos. Un Shamán de 90 años y un amigo suyo, un viejito de 78, pero un auténtico perro de la selva. Comenta el joven Percy que en ese mismo momento se encontraba en misión de conseguir la cabeza de un narco colombiano, por la que otro narco
también de colombia le va a pagar $ 35,000. Añade el joven Percy que como adelanto del pago, el perro de la selva pidió al narco fariña, yuca, cartuchos y formol.
Los Compas habitaban entre el punto donde se encuentran el Marañón y el Ucayali y la frontera de Brasil. En esta zona también se encuentran los Matseses u hombres felino, llamados así por utilizar pequeñas estacas clavadas alrededor de la nariz y rayas tatuadas alrededor de la boca a semejanza de un gato. Los Matseses son expertos cazadores gracias a que saben utilizar el poder de un alucinógeno que obtienen de la corteza de un árbol. La corteza alucinógena es machacada hasta convertirla en polvo y mezclada con tabaco. Se aplica por la nariz con la ayuda de una caña en la que dentro está el polvo. La caña se introduce por la nariz y del otro extremo alguien sopla con fuerza introduciendo violentamente el polvo alucinógeno por la cavidad nasal, provocando un estado de trance inmediato a través del cual se obtienen visiones reveladoras de los lugares generosos en caza. El efecto dura entre unos 15 y 20 minutos, pero sostiene el joven Percy que es de intensas visiones.
También saben usar el poder del veneno alucinógeno de un sapo para llenarse de energía y protegerse de las enfermedades. El sapo es crucificado en el suelo y punzado para que se retuerza y amargue, entonces de su piel toman el veneno con pequeñas estacas de madera, el cual se seca como cera. Cuando quieren hacer uso del veneno, queman un trozo de liana y se la aplican en el pecho, brazo o pierna produciendo varias quemaduras. De cada quemadura surge una ampolla, la cual es descarnada y ahí es donde se aplica una gotita de veneno diluido en saliva. El número de quemaduras para aplicar las tomas varían entre 3 para los noveles y 15 para los muy experimentados.
Para llegar hasta las comunidades de Matseses (hay 12), el joven Percy conoce tres caminos, dos de ellos son a pie desde la ciudad de Requena, ambos demoran 7 días, la diferencia está en que en uno de ellos el camino es completamente a pie y el otro tiene un tramo de 3 días a pie hasta llegar a un río, se construye una canoa de una palmera y se descienden las aguas plácidamente durante 3 días más y se completa con un día más de camino a pie. El tercer camino es el más cómodo, consiste en tomar una avioneta en Iquitos hasta Angamos y de ahí son dos días a pie. Estoy pensando que mi próximo viaje a la amazonia será a la comunidad de Matseses desde Requena, 7 días a pie y canoa para la ida y 7 días a pie para la vuelta. El joven Percy dice que el precio es de 200 Euros por día,… Llegado el momento se regatea.
También me contó el joven Percy que de Iquitos hacia Ecuador se hallan los Jíbaros, los famosos reductores de cabezas. Según el joven Percy no son muy amistosos, pero se les puede visitar. También me habló de los llamados en Iquitos primitivos por su aspecto desaliñado y de los Remoahucas u hombres invisibles, nómadas que se mueven sigilosamente por lugares de difícil accesibilidad de la selva, cerca de los Matseses. Los Matseses temen a los Remoahucas, los cuales marcan su territorio eventual y lo hacen con estacas en cruz que siempre están mojadas mientras tienen vigencia como demarcación de donde ellos se encuentran. Si los Matseses encuentran estas estacas mojadas, nunca irán más allá.
La noche nos sorprendió en el camino deleitándonos con las historias de las diferentes comunidades indígenas que habitan la selva, pero antes de llegar a nuestro destino y
poner fin a la caminata pude disfrutar del placer de darme un baño en un jacuzzi natural calato (desnudo). Media hora más de camino y alcanzamos el punto donde nos esperaban Juan y Margarita con ‘El Valiente’. Más otro señor que esperaba por un raid. Una hora de viaje en ‘El Valiente’ fumando cigarro mapacho para ahuyentar a los malos espíritus, llegamos al lugar de destino: Guaise, una comunidad en la selva baja. Preparamos las acomodaciones para dormir y después preparé una cena española: Queso Manchego, Lomo Ibérico, Jamón de Bellota
y dos botellas de vino de Viña Salceda del 2002, si bien el lujo lo ponía la selva con su sinfonía de vida, donde destacaba por encima de todo el solemne croar de la rana toro, en competencia con los eruditos ronquidos de la maestra de la comunidad que dormía en la casita de al lado.
Mientras preparaba la cena, o más bien hacía láminas, cuchillo en mano, los productos españoles, Shego nos alertó para que fuéramos hasta donde él estaba. Un simpático perezoso había encontrado acomodo en la orquilla de un árbol pequeñito, lo que permitía incluso agarrar al lento animal, con el que nos estuvimos echando fotos.
Durante la cena, el joven Percy nos deleitó con varias historias sucedidas en la selva en las que algún animal mitológico, aunque real y nunca fotografiado pero visto por algunas personas que viven en la selva, como la de los monos buri-buri. Esta historia real sucedió a los tíos de la mamá del joven Percy.
Resulta que un día se hallaba la tía de la mamá del joven Percy fuera de su casita a la orilla de un lago cuando apareció un señor con aspecto de gringo: blanco, alto, rubio y ojos azules. El Gringo se dirigió en tono solemne: ‘Mujer, ¿qué tienes para beber?. La tía de la mamá del joven Percy respondió: ‘Un poco de Masato señor, puedo ofrecerle para beber’. ‘No, no quiero beber, sólo quiero ver el masato’. La mujer entró en la casa acompañada del hombre misterioso y le mostró el recipiente con el masato. El Gringo introdujo su dedo en el masato y se lo llevó a la boca, miró a la mujer y dijo: ‘Es suficiente, señora. Gracias. He de marcharme’. El Gringo se marchó dejando un mundo de intriga tras de sí.
Al anochecer, cuando llegó el marido a casa la señora lo estaba esperando con impaciencia para contarle lo sucedido. Una vez la tía de la mamá del joven Percy hubo contado todo a su marido, éste no dio importancia a lo sucedido y pidió, como de costumbre, su masato.
‘No, no bebas ese masato’, dijo la mujer angustiada.’No digas tonterías mujer y déjame beber que estoy sediento y fatigado del trabajo’. ‘No por favor, no debes beber ese Masato’ insistió la mujer con amargura. El hombre apartó con aspereza a la mujer que se interponía en su camino hacia el masato y bebió mientras la mujer gritaba desesperada ‘NO, NO’.
Nada sucedió después de que el hombre bebiera masato con lo que la mujer tranquila pero avergonzada quedó en silencio y se fue a preparar la cena para su marido, sus dos hijos y ella misma. De repente comenzó un fuerte viento que se llevaba todo aquello liviano que no estaba amarrado, acompañado de un coro de silbidos que helaban el alma de solo escucharlos. Entonces el marido de la tía de la mamá del joven Percy cayó sin sentido en el suelo. La mujer desesperada trataba de reanimarlo, pero nada conseguía. Usó cuchillas para pincharle las piernas y brazos, usó fuego también en piernas y brazos, pero nada servía. Los silbidos cada vez eran más estridentes y parecían rodear la casa en frenética danza. Entonces la mujer tomó de la mano a sus dos hijos y corrió y corrió sin mirar atrás y con la cabeza agachada, fuera de la casa, hasta el lago que había enfrente. Colocó a los dos niños en la canoa, la desamarró, la impulsó, saltó adentro con una rapidez asombrosa y se puso a remar a toda velocidad sin mirar atrás hasta que llegó al centro del lago, donde se detuvo y abrazó contra su pecho a sus dos pequeños, ahogando los sollozos. Desde el lago, oyó tres gritos secos en los que reconoció a su marido, la instante el viento se calmó y los silbidos cesaron.
Atenazada por el miedo, la tía de la mamá del joven Percy pasó la noche en el centro del lago con sus pequeños apretados contra su pecho. Cuando amaneció todo parecía tranquilo. La mujer había permanecido despierta, cuidando el sueño de sus pequeños y ahogando su amargura en lágrimas silenciosas. Despertó a los pequeños y remó decidida hasta el embarcadero. Allí amarró la canoa y ordenó permanecer sin moverse a los pequeños, hasta ella regresar. Entró en la casa y no encontró más rastro de su marido que unos mechones de pelo y un reguero de sangre. La mujer ahogó un grito que le recorrió el cuerpo y le heló las venas. Cuando pudo enderezar la calma salió a recoger a sus hijos y se dirigió lo más rápido que pudo a la casa del Shamán para contarle lo sucedido.
El Shamán se dispuso a preparar sin demora la Ayahuasca, la cual estuvo cociéndose durante todo el día. En la noche tomaron la ayahuasca en la consecuente ceremonia. La ayahuasca rebeló al Shamán sin ningún pliegue donde esconderse algún detalle, lo sucedido. Habían sido los monos Biri Biri; así llamados porque en la noche hacen el sonido biri-biri, biri-biri, biri-biri. Los monos Biri Biri tienen la facultad de adquirir fisonomía humana. El Shamán pudo ver como los monos Biri Biri habían matado y llevado hasta un gran árbol hueco al marido de la tía de la mamá del joven Percy y allí se lo habían comido.
El Shamán movilizó a todos los moradores de los alrededores y fueron en turba hasta el árbol revelado por la Ayahuasca, al cual rodearon de leña seca. Prendieron la leña seca y enseguida comenzaron a salir por la parte de arriba y abrasados los diabólicos Biri Biri que desesperados por eludir el calor insoportable se arrojaban para sólo conseguir caer al fuego. Cuando iban cayendo algunos adquirían fisonomía humana y ponían cara desconsolada de sufrimiento para tener una oportunidad de librarse del fuego a través de la compasión, pero la gente no caía en el ardid y se ayudaba de machetes y arpones para no dejarlos salir del fuego. Pero uno de los Biri Biri se transfiguró en el niño con el rostro más puro y sereno que jamás alguien vio y nadie se atrevió a retenerlo en el fuego cuando el niño intentó salirse. Lo salvaron de las llamas y lo llevaron a la aldea. Allí se crió y creció como los demás niños de la aldea y pronto destacó en las artes de la caza y la pesca. Siempre invitaba a algún otro niño para que lo acompañara a cazar o pescar, hasta que un día el acompañante no regresó. Cuando el niño volvió solo le preguntaron por el otro niño y él contestó que en un momento que se separaron, no volvió a verlo, que seguramente en un descuido el Chullachaqui lo había confundido hasta perderlo. Pero los aldeanos recelosos lo amarraron y torturaron hasta que confesó que lo había matado y se lo había comido e incluso indicó el lugar donde se había deshecho de las ropas y huesos. Los aldeanos, comprobando con el hallazgo de los restos la versión arrancada al niño bajo tortura, lo sentenciaron a pena de muerte, algunos con un resto de pena y otros sin compasión, la sentencia fue unánime y sin demora ni ceremonia se ejecutó.
Todos atentos a la terrible historia de los monos Biri Biri fuimos negociando tiempo al sueño, el cual se nos cobró todo de golpe al final y arrullados por el concierto nocturno de la rana toro y orquesta acompañante, no tuvo ningún efecto el temor a los monos Biri Biri y nuestros cuerpos quedaron inertes bajo las mosquiteras y sin remedio vulnerables
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